1- En 2009 colaboré en el libro colectivo Listas negras en Hollywood. Radiografía de
una persecución con el texto “Cine negro, tragedia urbana: consideraciones
sobre Rififí y Noche en la ciudad”, escrito junto a mi amiga María Velasco, a
propósito de dos de mis películas favoritas de Jules Dassin, cineasta al que
admiro profundamente no solo por su talento a la hora de narrar historias, sino
también por su compromiso ético y fidelidad innegociable a sus principios. Si
bien nosotros nos centramos en un autor que decidió seguir leal por siempre al
Partido Comunista y que prefirió exiliarse por el resto de sus días antes que declarar
ante el Comité de Actividades Antiamericanas, el estudio de esa época también
te permite entender la postura de otros antiguos compañeros que, acorralados
entre la espada del macarthismo, que les decía sobre qué no podían escribir, y
la pared del Partido, que les decía qué debían escribir y cómo debían hacerlo,
no fueron tan contundentes en su decisión como lo fue Dassin y decidieron
primar su libertad artística frente al sometimiento creativo que la militancia
les exigía.
2- Salvando todas las distancias (y realmente creo que quien
no entienda el símil es porque no quiere), esa situación me recuerda en algunos
aspectos a lo que vivimos hoy en día en España: opresión y censura creciente
por parte del poder establecido, férreo control de los medios tradicionales (y
mayoritarios) y silenciamiento de la voluntad popular, que contrastan con la
concienciación política creciente de la ciudadanía. En este contexto, se viene
produciendo una glorificación creciente del contenido político en la música
que, por un lado, me parece entendible, pero a la que también le veo muchas
lagunas.
3- Falta de autocrítica. Todos hemos visto como últimamente
proliferan artículos en los que se lamenta y denuncia la abulia crítica y el
desapego social característicos del indie. Lo entiendo. Es evidentemente que
hemos sido una generación terriblemente ombliguista, tradicionalmente centrada
en nuestros problemas individuales y poco dada a mirar más allá de nada que no
nos afecte de manera directa. Entiendo menos que todos los artículos estén
escritos en tercera persona. No he visto ninguno en el que algún periodista
lamente haber alabado discos que contribuyeron a los males que ahora se
denuncian y ridiculizado otros cuyos discursos políticos no eran menos obvios
que muchos que ahora se encumbran. El problema siempre son los otros. La fe del
converso es la más arrogante de todas.
4- No es raro escuchar enunciados similares a “¿cómo se
puede escribir sobre otra cosa con-la-que-está-cayendo?”. Imagino que los
defensores del tal argumento no hablarán con sus amigos ni de fútbol, ni de la
serie de moda, ni de lo fantástico que es el restaurante al que fueron el
viernes o de lo desolados que están porque su pareja les haya dejado. Si no es
así, no entiendo porqué la música habría de ser distinta a cualquier otra
faceta de la vida y debería limitar su contenido al tratamiento de una única
disciplina.
5- Todos sabemos que el periodismo cultural sufre una crisis
tan dura como la que padece la propia industria cultural. Cada vez hay menos
periodistas especializados en los grandes medios, y los que quedan cada vez
tienen peores condiciones. Con todo, tenemos la suerte de que aún quedan algunos
que resisten, y entre ellos hay alguno que se ha mostrado reiteradamente
crítico con la falta de contenido político en la música española. A ellos les
invito a que por cada cinco artículos en que se mencione el ombliguismo de los
músicos escriban al menos uno en el que se hable de quiénes son los accionistas
de sus periódicos, de la deriva progobierno y probipartidismo en la dirección
de los mismos, etc. Por ejemplo, sería una pena que cualquier periodista que
trabaje en el grupo PRISA y reúna las condiciones arriba mencionadas perdiese
la oportunidad de denunciar desde dentro la vergonzosa cobertura que El País
hizo de la Marcha de la Dignidad.
6- A mi abuela todas las películas con perros le parecen buenas,
sea Socios y sabuesos, Beethoven, Bombón el perro o Colmillo
blanco. Porque en ellas salen perros. Últimamente parece que cualquier
canción política es buena por el simple hecho de ser política. Me gustaría
pensar que nuestro criterio a la hora de apreciar la música es mayor que el de
mi abuela a hora apreciar el cine.
7- Yo no hago canciones políticas por el mismo motivo por el
que no tejo mis propios jerseys, horneo mi propio pan o cultivo mis propios
tomates. Por el mismo motivo por el que no hago tantas otras cosas que me
gustaría hacer: porque no sé y porque me parece muy complicado. A veces he
escrito letras de contenido político más o menos explícito y nunca he quedado
ni medio satisfecho con ellas. Si alguna vez escribo alguna que me convenza (y
que convenza al resto del grupo), la publicaremos. Hasta entonces, creo que es
una virtud saber cuáles son mis limitaciones.
8- Ahora voy a salirme brevemente de la cuestión musical para
abordar una cuestión que si bien la toca solo tangencialmente, lo hace de
manera muy relevante. Desde que la crisis empezó a afectar a algunos sectores,
es decir, desde que alcanzó a aquellos
que pensaban que nunca les iba a alcanzar, se repite a modo de mantra una
mentira que me toca especialmente las pelotas: “aquí nunca existió la clase
media”. De acuerdo con ese supuesto, en España todos éramos clase obrera y los
únicos que vivían bien eran Rato y Blesa. Eso sí, mientras que algunos de esa clase obrera tenían segundas
residencias, Semana Santa en la playa, vacaciones en el extranjero, viajes de
intercambio y másters de postín, otros teníamos ropa heredada de nuestros
parientes, vacaciones en casa de los abuelos y a Muzzy. Y ahora algunos de los
miembros del primer grupo nos quieren decir a los del segundo qué es lo que
tenemos que hacer, qué es lo que tenemos que pensar y cómo debemos de actuar.
Mi punto de vista es que se puede tener el botín o la superioridad moral, pero
no las dos cosas.
9- ¿Quiero decir con esto que cualquiera que haya podido
tener mejores estudios gracias a la posición de su familia, que ocupe o haya
ocupado un puesto de trabajo con un buen sueldo, que, en definitiva, haya
tenido una vida más afortunada que la tuvimos otros, está desacreditado a la
hora de hablar de conciencia social o compromiso político? ¿No es algo así lo
que dicen los de Intereconomía del Gran Wyoming y los actores del cine español?
No, no me refiero a eso. Lo que sí sucede es que desconfío de las revoluciones
burguesas, porque si queremos saber de qué lado estarán muchos cuando dentro de
unos años una nueva burbuja se empiece a inflar, solo hace falta estudiar la
historia y ver qué les sucedió a tantos otros cuando la enfermedad del comunismo se la empezó a curar la edad.
10- En defintiva, me parece perfecto que haya quien haga
canciones de contenido político (y más, efectivamente,
con-la-que-está-cayendo). Algunas de ellas (las menos) me gustan, y otras no.
Me parece perfecto que haya quien defienda la
necesidad de la canción política. Algunos de sus argumentos (los menos) los
comparto, y otros no. Pero no soporto que se nos diga sobre qué temas debemos
escribir y que se utilice el compromiso genuino y la conciencia social sincera
de algunos para hacer proselitismo barato. Soy hijo de un taxista y de una
mujer que limpiaba casas hasta que tuvo que cuidar de mis abuelos, que fueron
trabajadores de fábrica y agricultores, respectivamente. Llevo trabajando desde
los dieciséis años y si he podido estudiar ha sido gracias al esfuerzo de mis
padres y a las becas. Y con todo, a día de hoy ocupo un puesto de trabajo muy
por debajo de mi cualificación. Sé quién es el enemigo, no me gusta que según
que gente quiera enseñarme cómo hacer la revolución y no soporto que nadie me
dé clases de dignidad obrera.
Tu planteamiento es legítimo, pero lamentablemente parte de bases algo desinformadas y asume como centrales argumentos que no lo son. Por ejemplo, el hecho de que le pop más político sea el que grita consignas y arengas. Eso es falso y reduccionista. El más más político es que producen personas que viven vidas coherentes, que eligen dónde tocar, que eligen como grabar. Gente autónoma, independiente, en el sentido menos tendencioso de la palabra. Que la cultura (maisntream) sea un potente aglutinador de (in) conciencias, aunque algunos lo ignoren, no lo ignora el mercado ni ciertos intereses políticos. ¿o dudas que ciertas publicaciones que se alejan convenientemente del posicionamiento sirvan también para lavar la cara del estado? Lee entre líneas, no te quedes en lo obvio. ¿Qué fue la Cultura de Transición, sino? Hoy vemos los resultados. Los escenarios no son campos de propaganda, pero si en tu vida interior no te sientes interpelado por lo que te rodea, por un contexto tan intenso y lleno de urgencia como el que vivimos hoy...si solo y únicamente tienes novias que te dejan, fútbol, fiesta...lo siento, eres parte del problema.
ResponderEliminarBuen artículo. El describir la situación y ser consciente de ella ya es algo positivo. Y desafortunadamente,parece que es ya lo único que nos queda. Además del exilio.
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