Hace un par de semanas, después de bromear en twitter acerca
de que no me podía creer que fuese a cenar solo tras haber preparado unos
deliciosos filetes rusos acompañados de salmorejo, una ex me escribió el
siguiente mensaje: “He estado a punto de autoinvitarme a tu casa, pero he
tenido un problema con un mooncup”.
Después de buscar qué es mooncup
en google, surgieron en mi cabeza dos preguntas que transmití a mi ex: 1) “¿Tan
claro tenías que la cena iba a acabar pasando por esa parte de tu cuerpo?”; 2)
“¿Qué demonios hace un cáliz menstrual dentro de tu vagina?”
La primera pregunta respondía a que soy un hombre de
naturaleza pícara que sabe que, en la vida, hay pocas cosas tan placenteras y
decadentes como el sexo con una ex. O, dicho de otra manera, “si cuela, cuela”.
La segunda pregunta, por su parte, encontraba su razón de ser en que, como
tantos hombres, a pesar de haber tenido unas cuantas novias y de incluso haber
vivido con alguna de ellas, no tengo ni la menor idea de la regla ni de
cualquier cosa relacionada con ella.
Mi grado de desconocimiento no se me hizo evidente hasta que,
hace tres años, trabajando como profesor particular, tuve que hacerme cargo del
refuerzo de biología de un alumno de 3º de la E.S.O. al que daba otras materias
(alumno al que perdí para siempre cuando, al llegar al aparato digestivo, no se
me ocurrió nada mejor que contarle, a modo de anécdota para distender la clase,
que en el ano tenemos unas papilas gustativas poco desarrolladas que explican
por qué los pedos pueden escocer después de comer comida muy picante. Mi fiable
fuente de información para aventurarme a dar tal dato: una tira cómica de Mauro
Entrialgo). En cualquier caso, antes de tal debacle educativa y de que mi
alumno no pudiera estar conmigo sin parar de reírse a la vez que repetía en voz
baja “pedos…”, tuvimos que pasar por el aparato reproductor.
No puedo decir que estos días de clase fueran especialmente
cómodos para mí. Llamadme inmaduro, pero no me siento a gusto viendo fotos de
genitales y repitiendo sus nombres en voz alta con un chico de catorce años,
por mucho que sus padres me paguen por ello. Y si no me siento cómodo es porque,
si dejamos de lado los órganos externos (que no es que quiera presumir, pero no
conozco mal del todo), no tengo ni idea de qué demonios pasa ahí dentro. El interior
de vuestro cuerpo, al igual que el nuestro, es todo un enigma para mí.
Trompas de Falopio, cérvix, útero… en éstas estábamos cuando
llegamos a la menstruación. Si hasta entonces había conseguido disimular a
duras penas, llegados a este punto, era evidente que aquello que leía era nuevo
para mí. Fase folicular, fase lútea… Por no tener claro, no tenía claro ni que
el ciclo medio dura 28 días. No ha habido ni una sola vez en que, estando en
pareja, cuando mi chica me decía que le había bajado la regla, mi respuesta no
fuese “¿Ya? ¿Otra vez?”.
Volviendo a la conversación con mi ex, no sé cómo el tema
derivó en que, según ella me decía un tanto malhumorada, en cualquier caso, si había mooncup, no había manera de que hubiera
sexo, puesto que yo siempre me negaba a follar cuando ella tenía la regla. Y esta
acusación me ofendió sobremanera, puesto que, aunque no es que yo tenga ningún
tipo de filia por la menstruación, tampoco tengo ninguna fobia, sino que más
bien me sitúo en un área de gris indiferencia con respecto a ella en el que la
posibilidad del sexo es tan esperanzadora y hermosa como siempre y el hecho de
que se consume o no depende de la voluntad de la mujer.
¿Por qué podía pensar entonces mi ex que yo tenía problemas
a la hora de follar cuando ella tenía la regla? Bien, yo creo que la información
en este tema no fluye demasiado bien entre hombres y mujeres. Hay mucho
secretismo, algo de doble moral y poca comunicación.
Por un lado, a lo largo de los años, me he encontrado con
varias chicas que entendían que su manera de ver la cuestión no era una manera de ver la cuestión, sino la manera acertada. Esto es, que
pensaban que lo normal es que, si tienen la regla, quieran hacerlo igualmente,
porque lo contrario es de mojigatas, o, por el contrario, que querer hacerlo
teniéndola, es de cerdas. Y las posturas intransigentes no se limitan a estos
dos extremos, sino que abarcan todas las posibilidades, que son casi infinitas:
mujeres a las que hacerlo en los últimas días del periodo les parece perfecto,
pero durante los dos primeros les resulta una ofensa a los mismos dioses;
mujeres que convierten esa semana en una auténtica feria reivindicativa del
sexo anal en la que la felación pasa a estar proscrita; mujeres a las que les
encanta hacer mamadas o pajas durante esos días, pero vetan cualquier
aproximación a su zona genital bajo amenaza de muerte.
Y, ni que decir tiene, que cualquiera de estas opciones me
parece perfecta. Faltaría más. Lo que me sorprende, como digo, es lo mal
recibidas que han sido cualquiera de las alternativas por mis amantes y
exnovias, de manera que cuando alguna de ellas pronunciaba por primera vez en
nuestra relación las fatídicas palabras “me ha bajado la regla”, nunca sabía de
primeras lo que me quería decir exactamente, si esperaba que me diera igual o
era un aviso de que ese día no iba a pasar nada.
En fin, mujeres, en serio os digo que nos invitéis a un gran
bautismo de sangre en el que todos bebamos de ese cáliz siliconado llamado mooncup, porque si nos dejáis solos, nunca dejaremos de ser tardoadolescentes que se ríen de
pedos que pican.
Muy buenoooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!
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