Hay cosas que una ex no te puede devolver. Ésta es una idea que llega muy a menudo a mi cabeza y que el jueves pasado, mientras veía Un príncipe para Laura, volvió a hacerlo.
Si en la edición protagonizada por Corina (Corina, oh, bella
Corina, mira que eres hermosa pero ni aun así soy capaz de tragarme Mira quién baila) tenía la fecha marcada
en el calendario e invariablemente me daba uno de los mejores momentos de la
semana, en la de este año, por segunda semana consecutiva, me olvidé por
completo de que emitían el programa. Cuando me enteré de que lo estaban
haciendo vía twitter y encendí, no son cierta pereza, el televisor, comprobé
que apenas me divertía de la manera en que solía hacerlo.
Valoré durante unos instantes la posibilidad de que el
programa me gustase menos porque yo hubiera madurado, pero esta idea fue rápidamente
desechada. Empecé a pensar entonces en Gema, que es la chica con la que salía
en la época en que se emitía Corina y
con quien siempre quedaba a cenar en mi casa para verlo. En seguida tuve claro
que quizás, más que el programa, lo que me gustaba tanto era verlo con ella, y
que lo que echaba en falta no era un mejor montaje, mejores concursantes o a
Corina (bueno, puede que a Corina sí), sino estar a su lado mientras lo veíamos
y comentábamos juntos. Deduje pues, que ya que nuestra relación se prolongó
durante un ¿Quién quiere casarse con mi
hijo? además del primer ¿Quién quiere
casarse con mi madre?, en breve tendré la oportunidad de enfrentarme a
otros dos oasis de telebasura echados a perder por culpa de un recuerdo
amoroso. Pensé entonces: hay cosas que una ex no te puede devolver.
Como digo, eso es algo en lo que pienso con bastante
frecuencia desde hace un par de años. Imagino que se debe a que después de mi
ruptura con Disoluta (que sí, que podría poner aquí tu nombre real, ¿pero no tiene
más encanto que use tu identidad de supervillana?) tardamos mucho en quedar
para devolvernos las cosas. Es más, cuando casi año y medio después por fin lo
hicimos y yo le llevé los calcetines de Hogareña,
un pijama increíblemente suave que aún olía a ella y alguna cosa más, a Disoluta
se le olvidaron mis cosas y a día de hoy aún intentamos cuadrar agendas para
que las recupere.
Luis Aragonés tenía claro qué era lo importante a la hora de quedar con las ex.
Evidentemente, recuperar ninguna de esas cosas resulta
relevante a día de hoy, y cuando me refiero a “aquellas cosas que una ex no te
puede devolver” no me refiero ni a nada tan físico y tangible como, pongamos,
un libro de relatos de Roberto Bolaño, ni tan inmaterial y cursi como,
pongamos, la ilusión, ni tan a medio camino entre lo uno y lo otro como,
pongamos, el semen vertido en sus entrañas. Sino que me refiero
fundamentalmente a un conjunto de cosas que constituyen, ni más ni menos, tu
identidad. Porque cuando uno queda con una ex se esperan dos cosas: primero, “ganar,
ganar y ganar y volver a ganar”; y segundo, volver a ser quien se era antes. Y
sobre este segundo punto podría extenderme, pero está perfectamente explicado
en la canción de Hans Laguna La red:
"Antes de ti parece que no había nada, pero no es verdad. Antes me tenía a mí".
El problema es recordar quién era ese yo, y decidir si nos gusta más o menos que el yo resultante, a menudo un yo solo y dolorido, pero quizás mejor.
El problema es recordar quién era ese yo, y decidir si nos gusta más o menos que el yo resultante, a menudo un yo solo y dolorido, pero quizás mejor.
En cualquier caso, y antes de extenderme por un terreno por
el que no pretendía, voy a explicaros por qué la conexión entre Gema y Disoluta
resulta tan vívida en mi cabeza. Hace un año, la noche en que acompañé a Gema a
casa por primera vez, cuando ella empezó a andar guiando el camino, comprobé
aterrado que nos estábamos acercando al barrio de Disoluta. No solo eso, sino
que tomábamos exactamente la misma ruta que ella y yo solíamos tomar cuando nos
dirigíamos a su casa: girábamos en las mismas calles, esperábamos los mismos
semáforos, dijo “y esta es mi calle” en su misma calle. Según nos encaminábamos
hacia su portal y justo cuando el déjà vu
empezaba a ser demasiado cruel, mientras ella sacaba las llaves, pasamos de
largo por el portal de Disoluta… Para parar en el siguiente.
Durante las siguientes semanas, conforme mi relación con
Gema avanzaba, pensaba sin parar en cómo hay lugares, discos, sabores, olores…
que quedan asociados para siempre a una persona, y me preguntaba si esas cosas
admitirían un segundo uso, si, por ejemplo, podría llegar a enamorarme de una
mujer que usase el mismo perfume de Arti, y al olerla, olerla solo a ella y no
a los dos, si podría, por ejemplo, llegar alguna vez a escuchar las canciones
que escuchaba con mi primera novia y dotarlas de un significado nuevo, no
compartido con el anterior. Me preguntaba, en definitiva, si alguna vez podría
hacer ese recorrido con Gema y pensar solo en ella. Temía por aquel entonces, y
aun a veces lo temo, que el corazón sea como la rodilla de un viejo delantero
lesionado, que ya nunca se llega a recuperar del todo, al que el recuerdo del
dolor le evita meter la pierna.
Y supongo que me podría quedar con esa visión y pensar en el
amor como una guerra de tierra quemada en el que la hierba nunca vuelve a
crecer por el terreno transitado. Pero, tal y como dice Jens, “el amor no es
eso”. El amor es creer en la otra persona, confiar en que será capaz de hacerte ver todo con ojos nuevos, de descubrir esperanza donde solo recuerdas dolor.
Bravo.
ResponderEliminarEl otro día escuché a un jugador de mi amado Atleti decir: "El Atleti es creer. La palabra es ésa: creer". Seguramente el amor sea algo muy parecido no? Creer que algo maravilloso va a ocurrir.
ResponderEliminarY que todo lo que nunca podremos recuperar, al final no nos importe tanto.
Me encanta pasarme por aquí. Se siente uno menos raro :-)
Abrazos desde Lejos del Paraíso
Aunque en el fondo me parece maravilloso el hecho de que haya cosas (cosas y no-cosas) que siempre vayan a pertenecer a un espacio-tiempo determinado; el quid de la cuestión es... cuánto tiempo tardamos en recuperarnos y en ser capaces de abrir los ojos, con un punto de vista nuevo, otra vez. Igual que las resacas cada vez duran más tiempo y son peores, cada vez es más difícil juntar los trocitos y levantarse y andar.
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