jueves, 9 de abril de 2015

Sin perdón: Sobre la 'justicia' de Ciudadanos y la 'venganza' de Podemos.


Empezar un artículo compartiendo la escena final de la famosa película de Clint Eastwood y defender su monólogo rebosante de odio como único faro moral válido en estos tiempos de urgencia son síntomas claros de una flipadez importante. A pesar de ello, lo hago, lo defiendo y lo mantengo.


“Ciudadanos quiere justicia y Podemos quiere venganza”. Durante los últimos meses, en el tiempo transcurrido entre que la opción de que Ciudadanos se transformase en el Podemos de la derecha pasase de ser una posibilidad bastante remota a una realidad cada vez más amenazante, Albert Rivera repitió este eslogan en todos los medios en los que le dejaron. Imagino que porque “Ciudadanos: el cambio para que todo siga igual”, mucho más certero en la descripción del partido y sus intereses, no resultaba igual de rentable en términos electorales.

Hay dos circunstancias de la naturaleza humana de las que Ciudadanos saca especial partido:

1. A los humanos nos gusta engañarnos a nosotros mismos. Cuando alguien es capaz de desarrollar un producto de la naturaleza de la nata desnatada, colocarlo en las estanterías de los supermercados y  que la gente lo compre sin vergüenza, no es de extrañar que a la hora de hacer unas elecciones, haya quien se plantee que un Podemos despodemizado (“Todo la novedad de Podemos, pero sin tíos con coleta, con pijas buenorras fritas a rayos UVA y sin medidas que asusten a los mercados”) pueda tener el éxito que efectivamente está teniendo.

Y esto es así porque, en el momento en que dejamos de ser homo sapiens para convertirnos en homo consumus (alarma de sociología barata a punto de dispararse, sí), es mucho más fácil que nos cuelen un producto por su aparente atractivo, aun cuando no satisfaga ninguno de nuestros intereses. Me explico: si quieres comer nata por su sabor y su textura, come nata; si no puede hacerlo por su exceso de calorías, búscate una receta más adecuada a tus necesidades. Pero la nada desnatada, no nos dará el rico el resultado que encontraríamos en la original, y sí el montonazo de calorías que en principio queremos evitar. Queremos comer nata y no engordar, y todo no se puede ser. Y esto es así porque…

2. A los humanos nos cuesta reconocer nuestras bajas pasiones. Decir que quieres justicia es algo socialmente aceptado. Pero es que igual resulta que queremos venganza. Y no, no tiene nada malo.

Podríamos ahora adentrarnos en una larga disertación sobre dónde colocar la fina línea que separa a la justicia de la venganza. Personalmente, llegados a cierto punto, creo que son difícilmente distinguibles. Especialmente, cuando venimos de décadas en las que el falso argumentario que distinguía entre ambas invitaba siempre a los mismos a ceder en sus posturas y aproximarse a las de los otros. Así se hizo con el fin del franquismo, así se hizo con la refundación en falso del capitalismo, y en ambas ocasiones, aquellos que hacían propósito de enmienda cuando se veían entre la espada y la pared, nos la volvieron a clavar.

A la hora de examinar la justicia propuesta por Ciudanos, partido que insiste en el infantil argumento de ser “un partido de la gente”, conviene hacerse una pregunta bien sencilla y que pocas veces falla: ¿A quién beneficia?

A Ciudadanos lo apoyan Isabel San Sebastián, Pedro J. Ramírez, Hermann Tertsch, Eduardo Inda y Alfonso Rojo; la patronal FEDEA, fundada por el Bando de España y presidida por el director del Banco Sabadell y que integra a las principales cabezas del IBEX 35 (Abertis, BBVA, Banco Sabadell, Banco de España, La Caixa, Iberdrola, Bolsa de Madrid, Fundación Ramón Areces, BANKIA, Banco Santander, Repsol, Corporación Financiera Alba, S.A., Telefónica y Fundación ACS). También los apoya el Banco Popular, con cuyo crédito financiaron su campaña en Andalucía y medios como El Mundo y Libertad Digital. Ah, y también varios tertulianos de Jugones. Me cuesta ver cómo mis intereses van a coincidir con ninguna de estas personas. Especialmente con los últimos.

La justicia que propone Ciudadanos vuelve a parecerse demasiado a un acuerdo extrajudicial en el que el agresor es el beneficiado y puede seguir haciendo de las suyas mientras que el agredido celebra las migajas: neoliberalismo económico, deterioro de las condiciones laborales en beneficio de las grandes empresas, sometimiento a los mercados, ultranacionalismo español y xenofobia.

No soy un gran fan de Podemos en general (salvo algunas excepciones), ni de Pablo Iglesias en particular. En repetidas ocasiones he manifestado mi intención de votar por Alberto Garzón, cuyo ideario y claridad comparto frente a las muchas ambigüedades y medias verdades del partido de los círculos.

Ahora bien, entre el cambio y el recambio, la venganza de Podemos o la justicia de Ciudadanos, no tengo duda. Me quedo con la primera. Ser misericordioso con aquellos que se mostraron despiadados con nosotros es un lujo que ni puedo ni me quiero permitir.

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