Hace un par de semanas, todos los periódicos y telediarios
destacaron entre sus noticias el regalo que Pablo Iglesias hizo al rey Felipe
VI en su visita al Parlamento Europeo: los DVD’s de la serie Juego de Tronos. Es
curioso cómo en ocasiones el más superficial de los síntomas puede ser el que
con mayor claridad exponga la enfermedad contraída.
Evidentemente, el hecho de que el líder de Podemos decidiera
romper el protocolo del encuentro para hacer una especia de proclama política,
en absoluto me parece mal, si bien, la forma en que decidió hacerlo me hace
recordar la entrevista a Pepe Mujica en Salvados.
En ella, el expresidente uruguayo decía que la patología de la izquierda es el
infantilismo, patología que se manifiesta con especial virulencia en el caso de
Pablo Iglesias, que semana sí, semana también, decide romper el vergüenzajenómetro de sus posibles
votantes con estos actos más propios de un niño de catorce años que acaba de
descubrir al Che Guevara que de un líder supuestamente revolucionario.
Quiero decir, que puestos a romper el protocolo con un acto
simbólico, regálale una tricolor, una antología de ensayos de Manuel Azaña o un
listado de los muertos republicanos aún pendientes de identificación junto a una
copia de la insatisfactoria (y aun así, no del todo aplicada) Ley de Memoria
Histórica. O niégale el saludo al no reconocer a una institución
antidemocrática y arcaica. O regálale un DVD de Hostal Royal Manzanares si es que de verdad quieres ser transgresor
y original. O el DVD de la que hasta hace no tanto parecía tu serie de cabecera
y a la que mencionabas a la menor oportunidad: The Wire.
Curiosamente, la serie creada por David Simon (de la que en
absoluto se puede decir que sea minoritaria, pero que tampoco es tan popular
como la inspirada en los libros de George R. R. Martin) ha vuelto a la
actualidad estos días a partir de los conflictos raciales que están teniendo
lugar en Baltimore, ciudad en la que se situaba la acción de The Wire, cuyo punto de partida
precisamente está muy vinculado al choque entre la policía y la población negra:
el trapicheo de drogas, los abusos y negligencias de parte de los primeros, la
falta de alternativas reales para los segundos, la violencia como caldo de
cultivo en el que crecen las nuevas generaciones, los intereses políticos
particulares como obstáculo que frena las posibles soluciones…
Como decía, hasta no hace mucho el líder de Podemos no
perdía la oportunidad de mencionar a The
Wire cada vez que era preguntado por sus gustos e intereses, y no era para
menos, puesto que se trata de uno de los análisis más certeros, profundos y
completos que ninguna obra de ficción haya hecho del capitalismo en las últimas
décadas. Prácticamente todo está en The
Wire: la violencia institucional, los excluidos del sistema, el
proletariado precario, la educación deficiente y cortoplacista, el deterioro de
los medios de comunicación, los intereses particulares de las élites… En la
tradición del mejor film noir americano,
el retrato que la obra de Simon (y Ed Burns, y George Pelecanos, y David Mills,
y Richard Price…) hace del capitalismo como la inevitable tragedia urbana de
nuestro tiempo es incontestable.
Frente a esto, tenemos a Juego
de Tronos, que, sinceramente, es una serie fantástica que me encanta, pero que
no deja de ser un culebrón con dragones (pocos), asesinatos (muchos) y desnudos
(cada vez menos). El contenido político que Pablo Iglesias le atribuye es
terriblemente superficial y poco o nada aplicable a la realidad española, más
allá de su insistencia en reconocerse en la Khaleesi, lo que en todo caso no
hace sino insistir en la preocupante e infantil imagen mesiánica que el líder
de Podemos tiene de sí mismo.
¿Qué encontramos entonces cuando comparamos ambas obras? Una
notable rebaja ideológica en sus respectivos contenidos que camina paralela a
la adaptación para todos los públicos que Podemos ha hecho de muchas de sus
propuestas y que le han valido los reproches de muchos de quienes desde un
principio les apoyaban (el análisis que hace Ángel Cappa en este artículo para
eldiario.es, más allá de su gusto por la retórica, es espectacular; además de
lo mucho que me flipa que sea el segundo de Valdano quien se alce como una de
las voces más indisimuladamente radicales del periodismo de nuestro país).
Al principio de su boom
mediático y preguntado por su afán de ocupar la centralidad del tablero
político español, Pablo Iglesias decía que uno se desnuda para follar, pero quea ligar se va vestido (declaraciones que me siguen pareciendo escandalizantes
por el poco crédito que dan al criterio de los votantes). Y por eso cubrió sus
revolucionarias propuestas iniciales con un bonito vestido socialdemócrata que
no escandalizase a la familia del novio. Así, por el camino se fueron el
proceso constituyente, la auditoría a la deuda, la renta básica…
Y, efectivamente, la idea podía no ser mala y durante un par
de meses pareció funcionar en las encuestas… hasta la llegada de Ciudadanos,
que se presentó a la fiesta con el mismo vestido, ocultando en este caso una
aterradora figura neoliberal que parece poner bastante cachondo al poder
establecido y que tiene todas las papeletas para acabar formando una alianza
con el PP o el PSOE, o ambos, que deje todo como estaba.
Llegados a este punto en el que empezamos a sospechar que no
tenemos nada que ganar, y sabiendo como sabíamos que no tenemos nada que
perder, lo último que queremos es un líder socialdemócrata que regale DVDs a la
monarquía. Lo que necesitamos es un líder que se inspire en Baltimore, bien
para poner sus ojos en The Wire, bien
para hacerlo en las barricadas y los coches patrulla incendiados. Ha llegado el momento de
quitarse la ropa.
Felicidades, soberbio.
ResponderEliminar