¿Que quería que le llamases qué? Jajajaja. Ay, qué cosas tienen las peperas...
Eran las tres de la mañana de una noche del verano de 2007 y
yo me encontraba con unos amigos por Malasaña cuando recibí un mensaje de S. En
él me informaba de que había salido por el centro y que, aprovechando que su
compañía se retiraba a casa ya, quería verme. Me daba precisas indicaciones
para encontrarnos en veinte minutos en la esquina de Gran Vía y Fuencarral, y lo
hacía sin emplear ningún signo de interrogación, ningún “si te apetece…” o
cualquier otra fórmula que pudiera poner en duda su seguridad respecto al
sentido de mi respuesta.
Sin revelar mi plan de huida, encaminé a mis amigos hacia la
cola del Nasti, el lugar idóneo donde hacer una bomba de humo, sino elegante,
al menos efectiva. Y cinco minutos después y habiéndome podido ahorrar el
chantaje de “¿ahora te vas? para una vez que nos vemos…”, yo ya bajaba por la
calle Fuencarral.
Al llegar al punto de encuentro, y después de esperar apenas
dos minutos, un nuevo SMS: “Te estoy viendo. Estoy enfrente. Baja por Tres
Cruces y nos vemos en El Carmen”. Obedecí de nuevo, aunque empezaba a estar algo inquieto por el toque de novela de espionaje que tomaba el asunto. Y también bastante excitado, para qué negarlo.
No, no tengo Google Maps.
Había conocido a S. dos o tres semanas antes en la terraza
de verano de una discoteca pija de Majadahonda. Tengo un par de amigos que
viven en casas con piscina por la zona, de manera que, en los años de
universidad, visitarles durante el fin de semana se acabó convirtiendo en un
clásico en los meses de julio y agosto.
Las salidas nocturnas por los locales de la zona con las que
completábamos nuestras jornadas resultaban tremendamente exóticas para alguien
de Alcorcón como yo. Los bronceados nucleares, las sonrisas blanquérrimas, las
mechas rubias elevadas al infinito… Por supuesto que yo era consciente de la
existencia de este mundo, e incluso alguna vez había tenido la oportunidad de
verlo en persona en el tramo bueno de
la línea 4. Pero en dosis mucho menores, nada que ver con este paraíso del
hedonismo en el que único sinónimo de etiqueta era el vestido ibicenco y donde
los efectos de la ley de la gravedad se paralizaban en favor de los flequillos
masculinos.
Evidentemente yo, pelo largo, barba desaliñada, pantalones no
rotos, porque el puerta no me habría dejado pasar, pero de lavado gastado, como
si el grunge se hubiese inventado la
semana anterior (no es que yo estuviese para criticar el look de nadie precisamente, la verdad), no tenía ninguna esperanza
de ligar en el Reino del Zapato Náutico. No desperdiciaba, sin embargo, la
oportunidad de hablar con todo aquel que pudiera, como si fuese un etnólogo,
por simple curiosidad científica. Y fue así como conocí a S.
Coincidimos en la barra y empezamos a hablar. Le hice reír
un par de veces y parecía preferir seguir conmigo antes que volver con su
grupo, que se encontraba en la otra punta del local. De manera que no tardé en
envalentonarme y la besé. Pero ella me apartó rápidamente y me dijo “Aquí no,
que tengo novio y están mis amigas. Pero agrégame al Messenger.”Imagino que muchos de vosotros recordaréis el Messenger con nostalgia, mientras que los más jóvenes quizás ni siquiera sepáis de lo que estoy hablando. Para estos: el Messenger durante nuestra postadolescencia vino a ser lo mismo que para vosotros son hoy el Facebook o, digo yo, el Tuenti: una herramienta que, debajo de un millón de fotos de gatitos y de bebés de mamás primerizas, tras innumerables comentarios más o menos ingeniosos y actualizaciones de estado demasiado íntimas de personas a las que apenas conoces, y a pesar del spam del Indepedance, se utiliza fundamentalmente para follar, y, especialmente, para ser infiel.
Empecé así a hablar con S. y ella no tardó en hacerme saber dos cosas:
1º Que me quería follar. “No eres mi tipo, no es que me resultes especialmente guapo y no sé por qué me gustas, pero me gustas”, me dijo. Vaya, no es la declaración soñada por ningún hombre, pero en toda negociación hay que saber llegar a un acuerdo de mínimos.
2º Que no sabía cuándo ni dónde podría ser y que habríamos
de ser muy discretos al respecto porque ella tenía novio.
Aunque yo era algo más joven que ella (yo tenía 22, ella tendría
28 o 29, dudo que más), no es que esa fuera a ser mi primera experiencia en una
relación a tres bandas, sino que ya había tenido la oportunidad de ocupar cada
uno de los tres vértices del triángulo amoroso: había sido infiel, había sido infidelizado y se me había utilizado
como infidelizante. Quiero decir con
esto que lo de que S. tuviera novio en absoluto me escandalizaba o me hacía
pensar peor de ella. Ya tenía claro que, en el amor, estas cosas pasan. Pero su
caso era algo distinto, y de ahí el extra de discreción.Resulta que S. formaba parte de las FAES, esa fundación sin ánimo de lucro de la derecha española. No era un alto cargo, pero sí tenía cierta relevancia. Y a su vez, su novio, o prometido, como ella le llamaba cuando habíamos terminado de follar, sí que tenía un puesto bastante importante, no en las FAES, sino en el propio Partido Popular. En Valencia.
Sí. Lo digo one more time: en el Partido Popular de Valencia.
Plas, plas, plas...
Cuando llegué a la plaza del Carmen, S. me estaba esperando
al lado de la salida del párking. Me acerqué a ella y al abrir la boca para
saludarla, antes de que pudiese decir nada, me besó metiéndome la lengua hasta
la campanilla a la vez que me agarraba la entrepierna. Paró en seco: “Vamos a
un hostal que hay por aquí cerca.” Y sin soltarme, pero agarrándome ya de la
mano, me guio hasta el sitio.
Pasamos por la recepción sin pararnos, directos hacia el
cuarto que ella ya había cogido con antelación, lo que me hacía pensar que, o
estaba muy segura de que realmente no le iba a fallar, o no era su única opción
de la noche.Apenas habíamos empezado a enrollarnos, cuando S. me pidió que la insultara. Y ahí sí que me descolocó.
Tímidamente me atreví con un “zorra” que fue bastante bien recibido, seguido de un indudable éxito de crítica y público protagonizado por “puta” hasta llegar a mi más ambiciosa obra hasta la fecha “¿quieres que te folle, eh?”
"¡¡¡¡¡SÍ, SÍ. FÓLLAME, ROJO, CABRÓN!!!!!”, fue su respuesta.
Y como podéis imaginar, me quedé completamente descolocado.
Por un lado, por fin comprendí que parte de la atracción que S. podía sentir por mí se basaba en el tabú, en hacer algo que, no solo estaba prohibido, sino que a la vez lo hacía con alguien a quien despreciaba, cuanto menos, ideológicamente. El problema era que todo eso se sustentaba en unos supuestos un tanto erróneos. Yo soy una persona de izquierdas, incluso, muy de izquierdas (puedo follar debajo de un busto de Lenin sin que se me baje, por ejemplo), pero de ahí a que alguien se erotice al pensar en mí como una posible encarnación de la revolución de los soviets hay un trecho.
Pero al mismo tiempo, ¿quién era yo para corregir a esa chica que estaba dispuesta a descubrirme todo un nuevo mundo de filias sexuales?
¿Y dices que tú me notas seca?
Meses después, cuando lo dejé con la otra chica, estando
soltero y salido, la llamé esperando un nuevo encuentro, pero ella me respondió
que, literalmente, “ya estaba a otro rollo” y que en breve se casaba y se
mudaba a Valencia.
S. nunca me dio muchos datos de su vida. Ni su edad, ni
dónde vivía, ni, evidentemente, el nombre de su novio. Incluso bromeaba con que
su nombre (del que, por cierto, “s” no era la inicial), el que me había dado,
podía ser falso. Tampoco me habría dado nunca por investigar, o por cometer
indiscreciones al respecto, pero sí que reconozco que sigo el caso Gürtell con
especial interés con la esperanza de poder volver a verla de nuevo.
Cada vez que te leo muero de ganas de una cerveza contigo
ResponderEliminarUna feiguapa
Muchas gracias. La cerveza siempre sabe mejor al lado de una feiguapa ;-)
EliminarME SUMO AL COMENTARIO ANTERIOR! Te voy a poner un club de fans, majo
ResponderEliminarSolo reconoceré como presidente de mi club de fans a Richi Bastante/Nova!!!!
EliminarMe alegra que te esté gustando el blog. Muchas gracias.
Hola Manu:
ResponderEliminarEn cuanto al Messenger, hasta hace nada era feudo precisamente de los más jóvenes (menos de 13 años) así que supongo todo el mundo sigue todavía sabiendo lo que es.
Desde hace tan solo un mes, Microsoft ha unificado MSN con Skype, así que ahora S. te tendría que haber dicho "agrégame a Skype" en todo caso.
Saludos!
Veo que te has quedado con lo esencial de la entrada, Javi :P
Eliminar¿Alguna vez has rechazado a una chica? Quiero saberlo por si algún día tengo oportunidad de comprobarlo...
ResponderEliminarPues a alguna, sí. Como todos imagino. Eso sí,nunca rechazo un trozo de tarta... (idea para un buen comienzo :P)
Eliminarya me estoy poniendo el delantal...tendré en cuenta que haces meriendas de tres platos, no te preocupes :)
Eliminar¡Coxonudo! La verdad es que me he sentido identificado con la situación.
ResponderEliminarMuchas gracias. Un saludo.
EliminarHola,
ResponderEliminarme gustaría saber q blogs lee Manu Rodriguez.....
Tampoco leo muchos, la verdad. Sobre todo de amigos. El de Fran Nixon, sopapo.wordpress.com, http://diariosdemamarracha.wordpress.com. A veces leo el del Borja Prieto o el de Diana Aller. Y también blogs musicales.
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