Hace unas semanas me encontré con la siguiente foto en
internet y me fascinó:
Agua pasada.
Para aquellos que no sepáis inglés, se trata de una captura
correspondiente al hilo de comentarios de alguna página, imagino que a Youtube.
Un chico comenta, a propósito de la canción compartida: “me hicieron mi primera
mamada mientras sonaba esta canción”; a lo que alguien responde “hice mi
primera mamada mientras sonaba esta canción… JOHN?”.
“Wow. Vaya… esto es incómodo. Así que… cómo te va, Alice?”,
responde el chico, a lo que la posible Alice contesta: “Más de lo mismo…
chupándosela a tíos mientras suenan canciones… tengo un hijo ahora”.
Si la historia es verdad, me parece el mejor comienzo
posible que hoy en día se puede escribir para una comedia romántica, aunque
también es muy probable que pueda ser un fake,
o que simplemente dos desconocidos se hayan seguido el juego (GENIOS, si es así).
En cualquier caso, me produjo, al mismo tiempo, una gracia y ternura enormes, y
a la vez me hizo pensar en un par de cosas.
Pintura rupestre.
Por un lado, resulta curioso pensar cómo los que creemos los
momentos trascendentales de nuestra vida en realidad los compartimos con
absolutos desconocidos. Esta hipótesis podría resultar ventajista si os dijese
que pensaseis en qué sabéis a día de hoy de aquella persona con la que os
disteis el primer beso, de aquella con la que perdisteis la virginidad o que se
convirtió en vuestro primer novio o novia. En muchos casos, incluso vuestros
mejores amigos, aquellos de los que parecíais inseparables, con los que
jugasteis al fútbol por primera vez, visteis las primeras pelis porno, compartisteis
el primer viaje al extranjero, os bebisteis las primeras cervezas y fumasteis vuestros
primeros porros, hoy se han convertido en extraños con los que apenas tenéis
nada en común, a los que llamáis por teléfono una vez al mes para preguntaros “¿qué
tal todo?” para responder “bien” con
independencia de lo poco o nada que ese adverbio se adecúe a vuestro momento
vital. Una vez al año (dos o tres, si hay alguna boda de por medio) os reunís,
y antes de que llegue el segundo ya estáis rememorando anécdotas para no morir
de sopor.
Pero, como digo, mi propuesta de que los ritos iniciáticos
de nuestra vida los compartimos con desconocidos resulta bastante obvia si la
reducimos a la infancia, puesto que está claro que todos crecemos y
evolucionamos bastante desde entonces. Pero es algo que no se circunscribe solo
a la niñez. También en la vida adulta, amistades inquebrantables se rompen (o,
simplemente, se distancian) provocando que aquellas personas con las que
compartisteis todos y cada uno de los fines de semana de tu vida desde los
veinte hasta los treinta pase a ser poco más que un recuerdo borroso de una
persona que ya no existe.
Desde luego, que esta misma situación también se repite
continuamente en el ámbito laboral. Si bien es posible que con nuestros
compañeros de trabajo apenas compartamos ningún momento trascendental de nuestra
existencia, también es cierto que son las personas con las que más tiempo
pasamos, muy por encima de nuestros padres, parejas, hijos o demás seres
queridos (sé que resulta jodido pensarlo, pero es ASÍ). Luego hay grados y
grados, porque hay trabajos que requieren una interacción directa con el
compañero mucho mayor que otros. No es lo mismo ser el informático o la
recepcionista de una empresa, que trabajar en una tienda pequeña, como es mi
caso, en la que la mayor parte del día la pasas con una persona a la que si
mañana cambiase de trabajo es muy posible que jamás vuelvas a ver.
Y en lo relativo al amor, todos conoceréis casos de parejas
que después de muchos años de relación rompen y no vuelven a saber nada el uno
del otro (me refiero a relaciones ya en la adultez, no al típico noviazgo de
instituto). Puede que aquella persona con la que tuviste hijos (y es difícil
convenir un momento más trascendental que ese) acabe siendo para ti alguien no
más cercano que el panadero o el vecino del quinto. Puede, incluso, que tus
propios hijos o tus propios padres acaben siendo los extraños.
Todo esto me llevó también a pensar en la excesiva
importancia que en ocasiones le damos a las primeras veces, cuando las realmente
trascendentales son las últimas. Poco peso tendrá en tu vida la primera persona
a la que te follaste en comparación con la última a la que lo harás; los amigos
con quienes te tomaste tus primeras copas en comparación con los que tomarás
las últimas; las personas con las que primero compartiste tu vida adulta a
aquellas con las que la terminarás.
Cicatriz.
Con frecuencia pienso en el amor en particular, y en las
relaciones humanas en general, como una cicatriz. Me refiero a que la capacidad
humana para recuperarse del dolor y seguir adelante me parece increíble. Los
ejemplos que antes mencionaba deberían resultar descorazonadores por sí mismos,
darnos ganas de hundirnos en la cama y no salir de ella nunca más, y a pesar de
ello, cada día salimos a la calle en busca de nuevos amores y amistades que el
tiempo terminará por borrar.
Esa capacidad de recuperación me parece, al mismo tiempo,
infinitamente bella e infinitamente triste, porque subraya sobremanera que
todos somos contingentes, que (casi) ninguna ausencia es tan terrible como para
matar por sí misma. Es infinitamente bello e infinitamente triste que una madre
pueda sobreponerse a la muerte de un hijo, que alguien pueda superar la muerte
del ser amado.
El amor perdido termina por convertirse en agua pasada, en
pintura rupestre. En una cicatriz donde solía haber una herida que, peor o
mejor curada, ya no sangra; que, si acaso, molesta en las tardes de frío y en
los cambios de tiempo, pero que, aun con menos ligereza que la que
acostumbrábamos, no nos impide seguir adelante.
Yo por ti seré agua pasasa, yo ti por seré pintura rupestre.
Leo tu blog desde hace tiempo y cada vez que en facebook me aparece que has publicado algo nuevo me lleno de felicidad. Me fascina leer cada palabra que escribes. Espero que no dejes de hacerlo.
ResponderEliminarMuy buena reflexión, infinitamente bella (e infinitamente triste).
ResponderEliminarManu, sigo este blog desde que lo abriste porque me encanta y apenas entro aquí a comentar, pero concretamente esta entrada me parece la mejor que has hecho (me gustó mucho también el de la chica francesa de "Todo esto es tan teenager", jeje).
ResponderEliminarHay cosas de las que apenas se habla por miedo a que la vida, el día a día, se nuble y todo parezca tener menos sentido. Enhorabuena por el texto.
Genial blog, genial entrada y genial canción. Gracias por escribir.
ResponderEliminarSaludos :)