Nada más lejos de mi intención que caer en el trillado
cliché que insiste en que “todos los políticos son iguales”, sencillamente,
porque no creo que sea verdad. Sin embargo, sí que es cierto que, entrados en
la campaña electoral, unos políticos y otros resultan muy difíciles de
distinguir entre sí. Más que nada, porque a la hora del cortejo todos los
humanos nos comportamos más o menos igual y acabamos siendo lo mismo: un
compendio de buenas intenciones que responden al ya clásico “prometer hasta
meter y, después de haber metido, olvidar lo prometido”, que Pablo Iglesias
recientemente actualizó con su “follar se folla desnudo, pero ligar se hace
vestido”.
Y el problema precisamente es ese: que votar, al igual que
ligar, se hace vestido; pero al llegar a casa y quitarnos la ropa, muchas veces
nos encontramos con que el menú no era el esperado. Solo así se entiende que
Rajoy y el Partido Popular pudieran sacar una mayoría absoluta tan aplastante
en un país azotado por la crisis y plagado de parados como era la España de
2011. Porque ligó vestido.
Prometió que no dedicaría un euro de gasto público a
rescatar a los bancos, que crearía empleo, que no subiría el IVA, que no haría
recortes… Todo eso lo dijo con traje y corbata. Pero más tarde se quitó la ropa
y nos folló a todos.
Si Rajoy fuese el único en cuya palabra no se puede confiar,
tampoco pasaría nada, porque ¿qué se puede esperar de la extrema derecha? Pero
en este año de campaña electoral non stop
que nos espera él no es el único que se está poniendo guapo para llevarnos
al huerto. También lo hace la derecha moderada del PSOE en la que Pedro Sánchez
niega y otra vez cualquier posibilidad de gran coalición (no, no, qué va) o
Podemos con su absurda insistencia en que no son un partido ni de izquierdas ni
de derechas (pues muy bien).
Llegados a este punto, si la campaña electoral es poco más
que una fiesta de solteros en la que todos nos van a decir exactamente aquello
que esperamos escuchar, ¿qué criterio puedo utilizar para elegir a mi candidato
y no equivocarme? Pues exactamente el que usarías en una fiesta de solteros: la
superficialidad más absoluta.
Ninguno nos vamos a casa con nadie después de coincidir en
una fiesta porque nos diga que va a ser muy buena con nosotros, sino porque nos
atraiga gracias a su aspecto físico y a una serie de intereses compartidos
totalmente banales. Y en eso es en lo que debemos fijarnos en nuestros
políticos para conocerlos de verdad.
Mariano Rajoy:
De Rajoy sabemos que es un señor de provincias al que le
gusta fumar puros y leer el Marca. Es más, nunca una persona pudo ser definida
en su totalidad de manera más adecuada con menos palabras. Insisto: Rajoy es un
señor de provincias al que le gusta fumar puros y leer el Marca. Eso y nada más
que eso.
¿Inquietudes culturales? Diría que se le desconocen, que
Rajoy es esa típica persona anodina que nos parece casi irreal que no tiene
canciones favoritas porque apenas le gusta la música y que, si no fuera por el
estreno de Ocho apellidos vascos, la última
vez que fue al cine fue en el 86.
Sin embargo, hace unos años subió a la web del PP algunos de
sus gustos para mostrarse más cercano a los ciudadanos (sí, esa es su idea de
cercanía). Como canciones favoritas indicó: Every breath you take, de
Police; With a little help from my friends, de los Beatles; y La
chica de ayer, de Nacha Pop. Y, aun gustándome mucho las tres canciones
(bueno, la de Police no tanto), he de decir que: GUSTOS MÁS CUÑADOS NO EXISTEN.
¿Y que es un cuñado por definición si no un señor de provincias al que le gusta
fumar puros y leer el Marca?
Pero donde Rajoy se revela como un cuñado nivel Champions
League es con sus películas favoritas. Nada más y nada menos que Tesis, de Amenábar; Regreso al futuro, de Zemeckis; y El abuelo, de Garci. Llámalo eclecticismo, llámalo que tiene la
misma personalidad y criterio que el ficus de la sala de estar, pero elección
más random solo podría haberla hecho
si hubiera respondido “la que sea que echen a las tres de la tarde en la uno, porque a mí después de comer me
da igual so que arre y me voy a quedar dormido pongan lo que pongan”.
En cuanto a gustos seriéfilos
poco o nada se sabe. Hay que entender que él pertenece a una generación
anterior en la que la ficción televisiva no estaba tan bien considerada. Dicho
esto, creo que nos arriesgamos muy poco si nos aventuramos a decir que se
emocionó con Menudo es mi padre, rió
con Hostal Royal Manzanres y vibró
con Lleno, por favor.
Respecto a gustos literarios… ya no sé cómo deciros que a él
le gusta leer el Marca.
Rajoy es ese tipo de hombre que tiene una Gía Marca en cada váter de su casa.
Sobre su aspecto físico, Rajoy se dejó barba por el mismo
motivo por el que lo hacemos todos: para parecer más hombre. Y nunca una barba
dotó de menor virilidad a su portador.
Tiene el mismo look desde
hace lustros y podría llevar desde el 88 llevando el mismo traje. De hecho, él
cree que lo hace, puesto que hace años que no compra ropa, labor que delega en
sus asesores o en su señora, que le hacen creer que los calzoncillos nuevos
aparecen por arte de magia en su mesilla.
En definitiva, la estética y gustos de Rajoy nos hablan de
un pusilánime con ninguna inquietud vital distinta a dejar pasar el tiempo
viendo competiciones deportivas mientras espera un infarto de miocardio;
alguien que cederá a lo que sea que se espere de él, sea casarse con una
mujer o presentarse a presidente del gobierno, pero que siempre preferiría
estar en casa en pantuflas viendo Teleporte.
Pedro Sánchez:
Si tu mirada se cruza con la de Pedro Sánchez, date por embarazada.
Pedro Sánchez es tonto. Lamento el spoiler. Sé que igual debería haber dejado la conclusión para el
final. Pero tío más tonto que él no se ve en España desde hace tiempo. Y, de
hecho, es por eso que está donde está: para sublimar la expresión tonto útil hasta sus últimas
consecuencias.
Y para aquellos que dudéis de si exagero con su tontuna,
aquí tenéis varias joyas en forma de tuits de Pedro Sánchez haciéndose el
coleguita:
Con mis colegas en el restaurante luna rosa, comiendo una pizza cojonuda
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) diciembre 23, 2010
Ser malos! Buenas noches colegas
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) noviembre 19, 2010
Ha alguna función para followear a todos los que me siguen sin necesidad de tener que ir no a no?
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) diciembre 30, 2011
Efectivamente, Sánchez está convencido de ser un tío guay.
Es el profesor enrollado, el capitán del equipo de baloncesto, el guaperas de
la fiesta. Te hace sentir especial por el mero hecho de estar hablando contigo…
pero a los dos minutos te das cuenta de que no solo nunca podrás gustarle tanto
como él se gusta a sí mismo, sino que, además, no tiene nada mínimamente
interesante que decir.
Puede que tengáis algún gusto en común (él señala a Los
Planetas, La Habitación Roja y Björk entre sus grupos favoritos), pero en
secreto fantasea con cómo hubiera sido la portada de su CD si al final se
hubiera animado a presentarse a Operación Triunfo.
Entre sus principales aficiones se encuentra la práctica de
deporte, aunque siempre que puede encuentra tiempo para acercarse a un grupo de
jubiladas a que le digan lo guapo que es.
Porque él es, además de guay, es, por encima de todas las
cosas, el yerno perfecto. Y como tal se viste.
En su infinito afán por molar, ha llegado a oficiar bodas de
sus amigos, en las que suele terminar leyendo un poema (un fucker como él siempre lleva a Neruda en el bolsillo listo para
disparar).
Que Pablemos es
un drama a nivel estético lo sabe hasta
su madre. Pero, para aquellos que dudéis de la importancia que nuestro aspecto
tiene en la visión que los demás se forman de nosotros, solo tenéis que mirar
la siguiente foto:
¿Puede quedar alguna duda de que un tío con este aspecto es
un corrupto? No existe traslación estética más adecuada de la condición
corrupta que el look de El Bigotes.
De hecho, después de presentarse al juicio con semejante aspecto, cualquier
conclusión sobre su culpabilidad a la que llegase el juez sería redundante. “Es
usted culpable.” “¿Por qué?” “Mírese a un espejo.”
Pues bien, Pablo Iglesias sabe todo esto, porque podrá ser
muchas cosas, pero no es alguien que no estudie y se prepare bien todo lo que hace
y dice. Él sabe perfectamente que nuestra imagen es un lenguaje; uno
fundamental, puesto que desde él se articula la impresión primaria que damos a
los demás. Y con ello juega.
Así, su imagen es la de ese tío que va a la fiesta de
solteros sin arreglar porque es tan profundo e interesante que no necesita
hacerlo. “Me muestro ante vosotros tal cual soy”, parece querer decirnos con su
aspecto informal. De hecho, cuanto menos intenta arreglarse, casi mejor, porque
en la vida he visto un tío con más problemas para encontrar una camisa que le
siente bien.
Llegamos así a su famosa declaración de que se compra la
ropa en Alcampo, con la cual se pasó de frenada. Porque, en primer lugar, si es
verdad, simplemente le convierte en un cutre. Y, en segundo lugar, porque si no
lo es y lo dijo para empatizar con la población nombrando unos grandes
almacenes populares que no fueran propiedad de Amancio Ortega, es un cretino,
puesto que la gente humilde no se identifica o deja de identificar con nadie
porque compre la ropa en Alcampo, Zara, Lefties o el mercadillo.
Respecto a sus gustos musicales, le gustan Los Chikos del Maíz,
Habeas Corpus, Carlos Cano, Joaquín Sabina y Aretha Franklin; inclinaciones que
se podían resumir bajo el epígrafe eclecticismo
de mierda, no solo porque le gusten cosas de cualquier género sin orden ni
concierto, sino porque (salvando a Aretha) le gusta casi lo peor de cada casa.
No consigo encontrar en Internet referencias sobre sus
intereses literarios, aunque sí recuerdo algunas declaraciones en las que
hablaba de su gusto por el boom
latinoamericano (el de Don Omar y Pitbull no, el otro). García Márquez,
Vargas Llosa, Cortázar, etc., intereses que comprendo y comparto, pero que me
hacen temer por un futuro de sociademocracia whiskyprogre en el que no tardemos en verle de la mano de Cebrián.
Le gustan las series Dexter,
The Wire y Juego de Tronos (cuesta poco imaginarle vestido de la Khaleesi en
la intimidad), lo que no dejan de ser gustos flipado, sin que ello tenga nada
de malo. Los flipados son necesarios en la sociedad porque ellos son los que se
animan a intentar cambiar un mundo repleto de cínicos depresivos como yo.
Afirma que una de las cosas que más echa de menos desde su condición de figura pública es
practicar deporte, cuya ausencia la nota en un peor estado físico. Imagino que
su novia Tania Sánchez también lo echa de menos, porque desnudo me lo imagino
con el mismo aspecto que el señor Burns.
En resumen, Pablo Iglesias es el progre pseudocultureta de la fiesta de solteros. Con él corres el riesgo
de que a la mínima te deje con la palabra en la boca para irse a hablar con el
Papa o la reina Letizia, porque a él le flipa codearse con estas figuras buenrrollistas del establishment; pero, sin duda, me iría con él mucho antes que con
Rajoy o Sánchez, porque los otros ya sabes qué clase de basura son y con
Iglesias, aunque no auguro un final feliz, igual hasta te llevas un buen meneo.
No voy a ocultar que Alberto Garzón me gusta mucho. De él
sabemos que es leal, porque que alguien con su proyección política haya
permanecido en Izquierda Unida con el Cristo que día sí y día también tienen
montado en el partido tiene mérito; que no se limita con decir a la gente que
no la toma por tonta, sino que realmente no lo hace al no claudicar a rebajar
la complejidad de su discurso; y que no solo no disimula que es de izquierdas,
sino que se enorgullece de ello.
Pero no todo podía ser bueno, y tiene unos gustos musicales
de mierda: Platero y Tú, Marea, Doctor Deseo, Boikot… Grupos idóneos para el
fan tipo del Viñarock que en el fondo es y que no tendrían por qué estar tan
mal, pero que empeora cuando da el salto internacional a Muse, Placebo o Linkin
Park.
De series dice que le gusta la ya clásica Juego de Tronos y de películas, salvo La vida de Brian, nada encuentro, pero
algo me dice que si le llevas a ver un blockbuster
de superhéroes te retira la palabra.
No viste mal, pero sí como el joven envejecido
prematuramente que lleva siendo desde los doce. Ni es tan guapo como para ser
guapo, ni tan feo como para ser feo; y, según me dicen, en los actos de partido
las chicas se lo rifan.
Alberto Garzón es, en definitiva, esa chica que tu amiga no
para de insistirte en que es perfecta para ti y de la que pasas fiesta tras
fiesta para fijarte en alguna tetona hueca. Haz lo que quieras, pero yo que tú
le pediría el teléfono.
Rosa Díez es esa madurita que empieza a temer que su tiempo
haya pasado, sin sospechar que su tiempo nunca llegó en realidad.
Rosa Díez vestirá como se tenga que vestir para ganar un
voto.
Rosa Díez se teñirá el pelo del color que sea para aparecer
un minuto en televisión.
Rosa Díez verá películas turcas por un instante en el poder.
Rosa Díez escuchará los discos de moda y no entenderá nada.
Rosa Díez sacrificará un bebé foca, edificará en un
cementerio indio y participará en Humor
Amarillo sin con ello se garantiza un ministerio.
Albert Rivera es el guaperas que llega tarde a la fiesta
trastocando el equilibrio y provocando un nuevo baile de parejas.
Por un lado, no me cae tan mal como a muchos de mis otros
amigos de izquierdas, porque se le ve relativamente sensato y honrado; pero ni
mucho menos me llega a gustar como sí le pasa a mis amigos neutrales, más que
nada porque lleva establishment tatuado
a fuego en la mirada. De hecho, mi impresión es que poco a poco se irá
convirtiendo en el plan B de los poderes fácticos cuando estos se den cuenta de
que Pedro Sánchez es demasiado tonto hasta para ser un tonto útil, con lo que
le pronosticó un apoyo masivo e indisimulado de los medios institucionales de
aquí a las elecciones.
Albert Rivera es guapo, es joven, viste bien y le quedan dos
fines de semana con pelo. En ese sentido, es casi perfecto, si obviamos su
pasado flirteo con la extrema derecha, cuestión a la que los medios dedicarán
aproximadamente una décima parte del tiempo que dedican a las simpatías
bolivarianas de Podemos. Porque ya sabemos que los deslices con la extrema
derecha son pecadillos de juventud y los de extrema izquierda, una letra
escarlata que acarrear por los siglos de los siglos.
Sobre sus gustos y aficiones, ayer concedió una entrevista a
El Hormiguero en la que supongo que
me podría documentar bastante bien al respecto, pero este es un blog personal
del que no saco beneficio económico y me niego a ver el programa de Pablo Motos
gratis. Incluso aunque me pagasen, no hay dinero en el mundo que me haga querer
ver El Hormiguero.
Sí que he de añadir que, en una campaña de su partido, se
desnudó para hacer los carteles; anécdota que recuerda como la mayor locura de
su vida junto a otra ocasión en la que se bañó, también desnudo, con unos
amigos en Torremolinos y un pico que se dio borracho con un amigo en
Nochevieja.
En definitiva, Albert Rivera puede parecer un partidazo,
pero te va a engañar y lo sabes.
Esto es lo más grande, inteligente, inspirado y atinado que he leído en mucho tiempo, felicidades Manu.
ResponderEliminarPoco has leído tú entonces
Eliminar+1. Tampoco estaría mal que corrigieras los -voy a pensar- errores por escribir rápido. Te voy facilitando el primero: "cuanTo menos" no existe.
EliminarGracias por las risas ;-)
ResponderEliminarMe gusta!
ResponderEliminarCon la sonrisa puesta me he quedado. ¡Gracias!
ResponderEliminarQué buen rato, gracias
ResponderEliminarEn cuanto a los gustos de Pablo Iglesias. ¿Sólo se salva la Franklin? Poco has oído a Carlos Cano.
ResponderEliminarCarlos Cano, por desgracia, es un gran desconocido que ha quedado eclipsado por los estereotipos del folklore casposo.
Eliminarmuy bueno! epic, lo del peinado para follar :-))
ResponderEliminar¿Entonces este artículo es una especie de panfleto propagandístico en tono postirónico (o más bien, sarcástico-gafapasta) orientado a que los lectores se decanten por el candidato que más te gusta (el de IU)?
ResponderEliminarSinceramente, el rollito del humor postmoderno/pseudocultureta que se puso de moda con Vice ya empieza a oler; y huele aún más cuando el que lo hace comete errores tipográficos o recicla imágenes con baja resolución de Google.
De cualquier modo, he de admitir que he esbozado una leve sonrisa con el cuñadismo rajoyniano y he soltado un resoplido carcajeante con la acertada descripción de Sosa Díez (jaja, he hecho un juego de palabras con el nombre de Rosa Díez, qué chispa tengo).
Cuando has dicho acerca de los gustos musicales de Alberto Garzón que empeoran cuando da el salto internacional a Linkin Park y MUSE. Me he dado cuenta que eres un puto pedante que vas de gracioso cuando no la tienes. Si pudiese te daba no me gusta a este artículo.
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