miércoles, 10 de abril de 2013

Comida, aves, sentimientos (en ese orden y sin mezclar temas).

 
Ayer Javi y yo fuimos a hacer una entrevista a Radio Libertad. Por lo general somos nosotros dos los que nos encargamos de estas cosas. Como el sitio estaba algo lejos y habíamos quedado a las 9 de la noche para asegurarnos de que a Javi le daba tiempo a llegar del trabajo, le pedí a Laura que me hiciese la cena, y me pasaba por su casa al terminar. Laura nunca quiere participar en las entrevistas, a no ser que haya que hacer un acústico medio elaborado, cosa que solo sucede en Radio 3. E incluso en esas ocasiones, cuando el entrevistador de turno, ante su constante silencio, le increpa “Laura, ¿tú no dices nada?”, ella dice “no” y se ríe. De manera que una cena casera me pareció un justo peaje por librarse de acompañarnos una vez más.

Cuando ella aceptó el trato y me dijo “ok, luego hablamos”, no sé por qué me vino a la cabeza lo siguiente. Os copio la conversación tal cual la tuvimos en el chat de facebook:
Laura: ok
Laura: luego hablamos
Manu: sí
Manu: de comida, de aves y de sentimientos
Manu: hoy vamos a hablar de eso
Manu: comida, aves y sentimientos
Manu: en ese orden
Laura: vale, pues a mí las aves me dan no sé qué
Manu: eso son sentimientos entonces
Manu: tendrás que hablar de ello en la tercera parte
Manu: en la segunda hablaremos de aves de manera fría, aséptica
Manu: sin implicación emocional
Manu: en la primera, podemos hablar de aves como comida
Manu: pero no como especie o centrándonos en la manera en que nos hacen sentir
Laura: jajaja
Laura: me gusta
Manu: bien
Manu: luego hablamos
Laura: de comida, aves y sentimientos
Manu: en ese orden
Laura: y sin mezclar temas

Cuando salimos de la entrevista, Javi me acercó en coche hasta la glorieta de Bilbao. Bajé Fuencarral hacia la Corredera de San Pablo, la Corredera de San Pablo hacia Pez y Pez hacia la casa de Laura. A lo largo del camino se me ocurrió que para organizar mejor la conversación, lo suyo era que tratásemos un tema diferente en cada plato. Hablaríamos de comida durante el primero, de aves durante el segundo, y de sentimientos llegado el postre.
(Yo siempre hago comidas de primero, segundo y postre, incluidas las meriendas y las cenas, y Laura siempre lo tiene en cuenta cuando me invita a comer, merendar o cenar en su casa. Es todo un detalle por su parte, sobre todo si tenemos en cuenta que es un aspecto de mí que ha desesperado a todas mis novias, porque después de mi cena de tres platos han de pasar exactamente dos horas antes de que pueda irme a dormir. De lo contrario sufro una pesadilla en la que mi estómago es un barco a la deriva en un mar bravo. Como la pesadilla es siempre la misma cuando incumplo la norma de las dos horas, creo que podemos llamarla mi pesadilla recurrente. Y como Laura, a diferencia de mis exnovias, no tiene que dormir conmigo luego, puede ser más indulgente con el número de platos de mis cenas.)
Comida.
 
De primero Laura había preparado ensalada murciana, que es un plato que, aunque no suene muy elegante (culpo de ello a Kaka de Luxe por arruinar para siempre este gentilicio en su versión femenina), le queda muy rico. Lo hace con tomate en conserva que se trae del pueblo, bonito en aceite, huevo duro y alcachofas crudas, que es algo que ella usa mucho, no sé si porque es la forma en que más le gustan las alcachofas, o porque le da mucha pereza cocinarlas.
Lo de hablar de comida mientras se come se supone que es una cosa muy española, y si realmente es así, es la faceta de la vida donde Laura y yo mejor manifestamos nuestra procedencia, porque lo hacemos siempre. Así,  mientras comíamos la ensalada murciana, Laura me habló de que al día siguiente (hoy) iba a hacer canelones. “¿De cocido?” “No. De verduras y pez.” “¿De qué pez?” “Eso aún no puedes saberlo.” Entre sus futuros planes gastronómicos también se encuentran hacer un arroz meloso aprovechando unas costillas que sobraron de una fideuá que hice yo, y una crema de setas y manzanas.
Yo, por mi parte, presumí de que ahora mismo estoy haciendo unas hamburguesas excelentes, cuyo principal secreto es dejar la carne macerando un día con mostaza, nuez moscada y pepinillos y alcaparras picadas. Mis futuros planes gastronómicos son una crema de cangrejo de mar y aprender a cocinar cordero a la manera moruna.
Aves.
 
El segundo plato fue tortilla de patata, y mientras la comíamos teníamos prohibido hacer cualquier valoración sobre cómo había quedado.
Hablamos entonces de aves aunque no de una manera tan científica como habíamos pretendido en un primer momento. Supongo que el hecho de que no tengamos el menor conocimiento del tema tuvo algo que ver.
Laura me contó que cuando era pequeña, sus padres le compraron a ella y a su hermana mayor Elisabeth, dos periquitos. Uno para cada una.
Cuando el periquito de su hermana murió, sus padres, tras deshacerse del cadáver, forzaron un poco los alambres de la jaula y le contaron a Laura que el periquito era muy listo y se había conseguido escapar. Ella se quedó muy impresionada. Pocos días después fue a su periquito al que encontró tieso en el suelo de la jaula. Corrió hacia su madre llorando, diciéndole que estaba muerto. “Claro, no os acordáis de darle de comer, y así se ha muerto. Como el otro.”
Dice Laura que, más que la culpabilidad de no haber alimentado correctamente al pájaro, lo que la atormentaba era, por un lado, que sus padres no hubieran aprovechado la primera muerte para explicarle a ella y a su hermana las obligaciones que tenían con respecto a sus mascotas, y, por otro, el descubrimiento de que el primer periquito nunca fue lo suficientemente listo para escapar.
Yo le hablé entonces de un pato que tuve en el pueblo de mis abuelos cuando era pequeño, pero la historia era confusa y tenía poco interés, así que acabamos la tortilla de patata hablando de un gorrión que Pablo Magariños se encontró en la puerta de la Palmerita.
La Palmerita es un bar al que vamos mucho, donde hacen una tortilla excelente (aunque esto no pudimos mencionarlo, claro, había pasado ese turno) y donde nuestro amigo Pablo trabajaba en ocasiones. Me contó Laura que un día, cuando Pablo y ella salieron a fumar un cigarro, se encontraron en el suelo una cría de gorrión con el ala herida. Pablo lo cogió y decidió quedárselo hasta que se recuperase, a pesar de las sombrías predicciones de Luis (el dueño de la Palmerita), que le decía que seguramente moriría de hambre, porque era casi una cría y la única manera de que reconociese la comida y comiese era que Pablo la regurgitase directamente en su boca, posibilidad a la que, en principio, éste se oponía.
De acuerdo con lo que me contó Laura, como llevaban unas copas encimas, decidieron dejar al pájaro dentro del bar, echaron el cierre, fueron al Moloko a tomarse la última, y más tarde Pablo volvió con Luis y se llevó el gorrión a su casa. Por lo visto lo tuvo un par de semanas en casa, y cuando mejoró lo dejó en un nido de la Plaza de Comendadoras. Le pregunté si al final Pablo llegó a darle de comer directamente de su boca, pero no supo decirme.
Sentimientos.
 
Laura no suele tener muchas opciones de postre en su casa, pero yo tampoco pido mucho más que un trozo de chocolate y una infusión. Además, estos días hay unas pequeñas pastas que Fabiola, su compañera de piso, trajo de Galicia, y que prácticamente me estoy acabando yo solo. En cuanto al chocolate, siempre es chocolate de repostería, a pesar de que nunca he visto a Laura utilizarlo para hacer ningún dulce.
Llegados a ese punto de la cena, y viendo cómo los sentimientos habían acabado contaminando la conversación sobre aves, pareció apropiado que durante el postre, las aves contaminasen los sentimientos y acabásemos hablando de no ser lo suficiente listos para escapar de la jaula antes de morir, de estar herido y necesitar un tiempo de reposo antes de volver al nido, de buscar una boca en la que reconocer la comida.
Pd: Tras leer la entrada, Laura (que también tiene el detalle de hacer labores de editora del blog) me ha hecho notar que sí que usa el chocolate de repostería para cocinar, entre otras cosas, unas galletas de chocolate que me gustaron mucho. Lamento el olvido.

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