lunes, 16 de septiembre de 2013

Bautismo de sangre.

 
Hace un par de semanas, después de bromear en twitter acerca de que no me podía creer que fuese a cenar solo tras haber preparado unos deliciosos filetes rusos acompañados de salmorejo, una ex me escribió el siguiente mensaje: “He estado a punto de autoinvitarme a tu casa, pero he tenido un problema con un mooncup”.
Después de buscar qué es mooncup en google, surgieron en mi cabeza dos preguntas que transmití a mi ex: 1) “¿Tan claro tenías que la cena iba a acabar pasando por esa parte de tu cuerpo?”; 2) “¿Qué demonios hace un cáliz menstrual dentro de tu vagina?”
 
La primera pregunta respondía a que soy un hombre de naturaleza pícara que sabe que, en la vida, hay pocas cosas tan placenteras y decadentes como el sexo con una ex. O, dicho de otra manera, “si cuela, cuela”. La segunda pregunta, por su parte, encontraba su razón de ser en que, como tantos hombres, a pesar de haber tenido unas cuantas novias y de incluso haber vivido con alguna de ellas, no tengo ni la menor idea de la regla ni de cualquier cosa relacionada con ella.
Mi grado de desconocimiento no se me hizo evidente hasta que, hace tres años, trabajando como profesor particular, tuve que hacerme cargo del refuerzo de biología de un alumno de 3º de la E.S.O. al que daba otras materias (alumno al que perdí para siempre cuando, al llegar al aparato digestivo, no se me ocurrió nada mejor que contarle, a modo de anécdota para distender la clase, que en el ano tenemos unas papilas gustativas poco desarrolladas que explican por qué los pedos pueden escocer después de comer comida muy picante. Mi fiable fuente de información para aventurarme a dar tal dato: una tira cómica de Mauro Entrialgo). En cualquier caso, antes de tal debacle educativa y de que mi alumno no pudiera estar conmigo sin parar de reírse a la vez que repetía en voz baja “pedos…”, tuvimos que pasar por el aparato reproductor.




No puedo decir que estos días de clase fueran especialmente cómodos para mí. Llamadme inmaduro, pero no me siento a gusto viendo fotos de genitales y repitiendo sus nombres en voz alta con un chico de catorce años, por mucho que sus padres me paguen por ello. Y si no me siento cómodo es porque, si dejamos de lado los órganos externos (que no es que quiera presumir, pero no conozco mal del todo), no tengo ni idea de qué demonios pasa ahí dentro. El interior de vuestro cuerpo, al igual que el nuestro, es todo un enigma para mí.
Trompas de Falopio, cérvix, útero… en éstas estábamos cuando llegamos a la menstruación. Si hasta entonces había conseguido disimular a duras penas, llegados a este punto, era evidente que aquello que leía era nuevo para mí. Fase folicular, fase lútea… Por no tener claro, no tenía claro ni que el ciclo medio dura 28 días. No ha habido ni una sola vez en que, estando en pareja, cuando mi chica me decía que le había bajado la regla, mi respuesta no fuese “¿Ya? ¿Otra vez?”.
 
Volviendo a la conversación con mi ex, no sé cómo el tema derivó en que, según ella me decía un tanto malhumorada, en cualquier caso, si había mooncup, no había manera de que hubiera sexo, puesto que yo siempre me negaba a follar cuando ella tenía la regla. Y esta acusación me ofendió sobremanera, puesto que, aunque no es que yo tenga ningún tipo de filia por la menstruación, tampoco tengo ninguna fobia, sino que más bien me sitúo en un área de gris indiferencia con respecto a ella en el que la posibilidad del sexo es tan esperanzadora y hermosa como siempre y el hecho de que se consume o no depende de la voluntad de la mujer.
¿Por qué podía pensar entonces mi ex que yo tenía problemas a la hora de follar cuando ella tenía la regla? Bien, yo creo que la información en este tema no fluye demasiado bien entre hombres y mujeres. Hay mucho secretismo, algo de doble moral y poca comunicación.
Por un lado, a lo largo de los años, me he encontrado con varias chicas que entendían que su manera de ver la cuestión no era una manera de ver la cuestión, sino la manera acertada. Esto es, que pensaban que lo normal es que, si tienen la regla, quieran hacerlo igualmente, porque lo contrario es de mojigatas, o, por el contrario, que querer hacerlo teniéndola, es de cerdas. Y las posturas intransigentes no se limitan a estos dos extremos, sino que abarcan todas las posibilidades, que son casi infinitas: mujeres a las que hacerlo en los últimas días del periodo les parece perfecto, pero durante los dos primeros les resulta una ofensa a los mismos dioses; mujeres que convierten esa semana en una auténtica feria reivindicativa del sexo anal en la que la felación pasa a estar proscrita; mujeres a las que les encanta hacer mamadas o pajas durante esos días, pero vetan cualquier aproximación a su zona genital bajo amenaza de muerte.
Y, ni que decir tiene, que cualquiera de estas opciones me parece perfecta. Faltaría más. Lo que me sorprende, como digo, es lo mal recibidas que han sido cualquiera de las alternativas por mis amantes y exnovias, de manera que cuando alguna de ellas pronunciaba por primera vez en nuestra relación las fatídicas palabras “me ha bajado la regla”, nunca sabía de primeras lo que me quería decir exactamente, si esperaba que me diera igual o era un aviso de que ese día no iba a pasar nada.
En fin, mujeres, en serio os digo que nos invitéis a un gran bautismo de sangre en el que todos bebamos de ese cáliz siliconado llamado mooncup, porque si nos dejáis solos, nunca dejaremos de ser tardoadolescentes que se ríen de pedos que pican.
 

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