miércoles, 7 de mayo de 2014

Devuélveme la pasta que me debes.


Hay cosas que una ex no te puede devolver. Ésta es una idea que llega muy a menudo a mi cabeza y que el jueves pasado, mientras veía Un príncipe para Laura, volvió a hacerlo.
Si en la edición protagonizada por Corina (Corina, oh, bella Corina, mira que eres hermosa pero ni aun así soy capaz de tragarme Mira quién baila) tenía la fecha marcada en el calendario e invariablemente me daba uno de los mejores momentos de la semana, en la de este año, por segunda semana consecutiva, me olvidé por completo de que emitían el programa. Cuando me enteré de que lo estaban haciendo vía twitter y encendí, no son cierta pereza, el televisor, comprobé que apenas me divertía de la manera en que solía hacerlo.

Valoré durante unos instantes la posibilidad de que el programa me gustase menos porque yo hubiera madurado, pero esta idea fue rápidamente desechada. Empecé a pensar entonces en Gema, que es la chica con la que salía en la época en que se emitía Corina y con quien siempre quedaba a cenar en mi casa para verlo. En seguida tuve claro que quizás, más que el programa, lo que me gustaba tanto era verlo con ella, y que lo que echaba en falta no era un mejor montaje, mejores concursantes o a Corina (bueno, puede que a Corina sí), sino estar a su lado mientras lo veíamos y comentábamos juntos. Deduje pues, que ya que nuestra relación se prolongó durante un ¿Quién quiere casarse con mi hijo? además del primer ¿Quién quiere casarse con mi madre?, en breve tendré la oportunidad de enfrentarme a otros dos oasis de telebasura echados a perder por culpa de un recuerdo amoroso. Pensé entonces: hay cosas que una ex no te puede devolver.

Como digo, eso es algo en lo que pienso con bastante frecuencia desde hace un par de años. Imagino que se debe a que después de mi ruptura con Disoluta (que sí, que podría poner aquí tu nombre real, ¿pero no tiene más encanto que use tu identidad de supervillana?) tardamos mucho en quedar para devolvernos las cosas. Es más, cuando casi año y medio después por fin lo hicimos y yo le llevé los calcetines de Hogareña, un pijama increíblemente suave que aún olía a ella y alguna cosa más, a Disoluta se le olvidaron mis cosas y a día de hoy aún intentamos cuadrar agendas para que las recupere.

Luis Aragonés tenía claro qué era lo importante a la hora de quedar con las ex.

Evidentemente, recuperar ninguna de esas cosas resulta relevante a día de hoy, y cuando me refiero a “aquellas cosas que una ex no te puede devolver” no me refiero ni a nada tan físico y tangible como, pongamos, un libro de relatos de Roberto Bolaño, ni tan inmaterial y cursi como, pongamos, la ilusión, ni tan a medio camino entre lo uno y lo otro como, pongamos, el semen vertido en sus entrañas. Sino que me refiero fundamentalmente a un conjunto de cosas que constituyen, ni más ni menos, tu identidad. Porque cuando uno queda con una ex se esperan dos cosas: primero, “ganar, ganar y ganar y volver a ganar”; y segundo, volver a ser quien se era antes. Y sobre este segundo punto podría extenderme, pero está perfectamente explicado en la canción de Hans Laguna La red:


"Antes de ti parece que no había nada, pero no es verdad. Antes me tenía a mí".

El problema es recordar quién era ese yo, y decidir si nos gusta más o menos que el yo resultante, a menudo un yo solo y dolorido, pero quizás mejor.

En cualquier caso, y antes de extenderme por un terreno por el que no pretendía, voy a explicaros por qué la conexión entre Gema y Disoluta resulta tan vívida en mi cabeza. Hace un año, la noche en que acompañé a Gema a casa por primera vez, cuando ella empezó a andar guiando el camino, comprobé aterrado que nos estábamos acercando al barrio de Disoluta. No solo eso, sino que tomábamos exactamente la misma ruta que ella y yo solíamos tomar cuando nos dirigíamos a su casa: girábamos en las mismas calles, esperábamos los mismos semáforos, dijo “y esta es mi calle” en su misma calle. Según nos encaminábamos hacia su portal y justo cuando el déjà vu empezaba a ser demasiado cruel, mientras ella sacaba las llaves, pasamos de largo por el portal de Disoluta… Para parar en el siguiente.

Durante las siguientes semanas, conforme mi relación con Gema avanzaba, pensaba sin parar en cómo hay lugares, discos, sabores, olores… que quedan asociados para siempre a una persona, y me preguntaba si esas cosas admitirían un segundo uso, si, por ejemplo, podría llegar a enamorarme de una mujer que usase el mismo perfume de Arti, y al olerla, olerla solo a ella y no a los dos, si podría, por ejemplo, llegar alguna vez a escuchar las canciones que escuchaba con mi primera novia y dotarlas de un significado nuevo, no compartido con el anterior. Me preguntaba, en definitiva, si alguna vez podría hacer ese recorrido con Gema y pensar solo en ella. Temía por aquel entonces, y aun a veces lo temo, que el corazón sea como la rodilla de un viejo delantero lesionado, que ya nunca se llega a recuperar del todo, al que el recuerdo del dolor le evita meter la pierna.

Y supongo que me podría quedar con esa visión y pensar en el amor como una guerra de tierra quemada en el que la hierba nunca vuelve a crecer por el terreno transitado. Pero, tal y como dice Jens, “el amor no es eso”. El amor es creer en la otra persona, confiar en que será capaz de hacerte ver todo con ojos nuevos, de descubrir esperanza donde solo recuerdas dolor.


3 comentarios:

  1. El otro día escuché a un jugador de mi amado Atleti decir: "El Atleti es creer. La palabra es ésa: creer". Seguramente el amor sea algo muy parecido no? Creer que algo maravilloso va a ocurrir.
    Y que todo lo que nunca podremos recuperar, al final no nos importe tanto.

    Me encanta pasarme por aquí. Se siente uno menos raro :-)

    Abrazos desde Lejos del Paraíso

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  2. Aunque en el fondo me parece maravilloso el hecho de que haya cosas (cosas y no-cosas) que siempre vayan a pertenecer a un espacio-tiempo determinado; el quid de la cuestión es... cuánto tiempo tardamos en recuperarnos y en ser capaces de abrir los ojos, con un punto de vista nuevo, otra vez. Igual que las resacas cada vez duran más tiempo y son peores, cada vez es más difícil juntar los trocitos y levantarse y andar.

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