jueves, 9 de octubre de 2014

Cosas a las que temo más que a la muerte hoy que cumplo 30 años.


Hoy cumplo treinta años. Mi cumpleaños siempre me deprime profundamente. Lleva siendo así desde mi adolescencia, así que creo que acierto al pensar que mi tristeza poco o nada tiene que ver con el hecho de envejecer en sí.

(Aunque sí que es cierto que, desde que cumplí los quince, cada mañana de aniversario dedico unos minutos a calcular porcentajes en una especie de jueguito con el que intento resolver qué fracción de mi vida he vivido ya. Así, si con quince redondeé en una generosa esperanza de vida de noventa años, al despertar esa mañana había vivido ya un 16,6% de mi vida. Con 20, y actuando siempre a favor del equilibrio que aportan los números redondos, reduje mis esperanza a ochenta años, equivalentes a un 25% de vida; y con veinticinco insistí aún más en los recortes conformándome con un futuro de setenta y cinco años de los que hubiera consumido ya un 33,3%. Esta mañana en la que cumplo treinta estoy confuso y no sé si esperanzarme con un porvenir de anciano entrañable que llega los noventa y que me permitiría plantarme un poco más en mi 33,3% o empezar ya a temer por un infarto al borde de la jubilación que supondría que ya he gastado la mitad de mis días).

Pero, como digo, creo mis depresiones cumpleañeras tienen menos que ver con el envejecimiento y la muerte que con otros factores. Por un lado, está la cuestión de que cuando uno cumple años parece que todo el mundo espere de él un júbilo irracional, una euforia desmedida que me veo incapaz de satisfacer. Si a diario ya hemos de convivir con la obligación de la felicidad sobre nuestros hombros, en los aniversarios del día de nuestro nacimiento esa presión se multiplica, por absurda y escasa que sea la relación directa entre la felicidad y esa efeméride. La presión social que nos obliga a ser felices y que convierte cualquier otra posibilidad en un fracaso me agota y me entristece.

Por otro lado, el hecho de cumplir años te acaba abocando a hacer balance de tu vida, especialmente cuando se trata de una cifra redonda, como es mi caso el día de hoy. Y, como habréis adivinado, no, no soy ese tipo de persona capaz de centrarse en aquello que sí ha conseguido frente a lo que no. Me cuesta centrarme en lo bueno de la vida. Eso es así.

Pero, lo que creo que sí que se me da bien es reírme de lo malo. Es por eso que, con el objetivo de animarme en mi triste mañana de cumpleaños, he preparado esta lista de cosas a las que temo más que a la muerte hoy que cumplo treinta años:

1. A una mala calvicie. Creo que todos los hombres le tememos a la calvicie, por mucho que a algunos (Guardiola, Bruce Willis, etc.) les haya hecho un favor. Este temor va en un aumento conforme envejecemos. Cada año con pelo es una victoria. Pero lo cierto es que la calvicie en sí no es un drama. Lo que da verdadero miedo es la mala calvicie.


Esas calvicies en las que se sigue teniendo pelo por toda la cabeza, pero muy poquito; esas entradas invertidas, en las que se tiene pelo por los lados pero no en el centro… Eso es lo que me aterra.

2. A una invasión de vello corporal. Cada vez me encuentro más pelo en los sitios más insospechados: orejas, nariz, hombros… Y mientras tanto, mi barba sigue sin estar demasiado poblada. Dentro de poco dejaré de quitármelos y me rendiré.

3. A las tetitas de hombre. Puedes pasarte treinta años de tu vida delgado como una sífilis, que si un día tu metabolismo despierta con ganas de tocarte las pelotas te pasarás el resto de tus días buscando camisetas interiores que te disimulen los pechis.


Si pensáis que la solución a las tetitas masculinas pasa por hacer deporte, os equivocáis, porque cuando un hombre tetudo insiste en ejercitar sus pectorales, lo más que puede conseguir es…

4. El pecho palomo. Y yo creo que esta alternativa es peor. No quiero ir por la vida como Mitch Buchannon.

(Foto igualmente válida para ilustrar el vello corporal indeseado).

5. A que Ana Mato entre en mi casa mientras estoy en el trabajo y mate a mi Trini. Este es un temor nuevo y no directamente relacionado con la edad, pero que desde ayer ha entrado muy fuerte en mi lista.

Trini, que es lista como ninguna, ha improvisado un escondite por si las moscas.

Ya fuera de broma, es posible que Trini sea mi ser vivo favorito en todo el planeta y empieza a hacerse mayor. Despertar por las mañanas merece la pena aunque solo sea por estar un rato abrazado a ella en la cama. No sé qué haré cuando falte.

6. Al Gobierno del PP, así en general. Yo a un gobierno le pido dos cosas, y creo que no soy demasiado exigente: que no mate a mis mascotas y que no traiga epidemias incurables. Si no vamos a respetar esos mínimos…

7. A la soledad. Imagino que nos pasa a todos. La soledad es uno de los temores más comunes. Es, en definitiva, el motivo por el que el mundo está lleno de matrimonios desgraciados. Cuando despiertas en tu piso de 30 metros cuadrados con la única compañía de tu gata y sin ninguna perspectiva de que la situación vaya a cambiar en un futuro próximo, aunque se trate de una soledad elegida, no puedes evitar replantearte todo mientras cuentas los días para que tu mascota te devore tras una sobredosis de somníferos.

Defina soledad en una imagen.

8. A la compañía. Porque, precisamente por lo que comentaba antes, cuando alguien se acostumbra a estar por su cuenta durante tanto tiempo, es complicado aprender a vivir en compañía otra vez. Y con el paso de los años, cada vez nos hacemos más intolerantes a los fallos y exigencias ajenas.

9. A que la filtración de fotos de famosas desnudas no termine nunca. Hay que poner freno a esto. No se puede vivir en un mundo en el que conozcamos al dedillo la desnudez de todos nuestros mitos eróticos. Dejemos algo a la fantasía, un punto de ilusión que nos haga querer seguir vivos.

10. A no tolerar el alcohol. No soy capaz de beber ni la mitad de lo que bebía cuando tenía veinte años. Como me tome un par de cañas sin cenar, ya voy borracho. Y no hablemos de salir dos días seguidos… Cada noche de excesos  me garantiza una resaca terrible al día siguiente.


11. A las intolerancias alimenticias. Ya hace un par de años que no puedo tomar cebolla cruda, que es algo que siempre me encantó, porque me sienta como un tiro. Ahora empieza a no sentarme muy bien ni cocinada. Con el puerro me está pasando lo mismo (prueba empírica, acabo de comer un puré de verduras que me va a joder la noche). Los fritos y las grasas en general cada vez las llevo peor, al igual que el picante. Comer es lo que más me gusta en el mundo. No estoy preparado para una treintena a base de verduras hervidas.

12. A no volver a trabajar en lo mío. Hace ya bastante tiempo desde la última vez que trabajé en algo relacionado con la tele y la comunicación en general y, la verdad, es que lo echo de menos. Me gustaría volver a trabajar en algo relacionado con la escritura, porque me gusta, me hace feliz y creo que se me da bastante bien.

Pero más miedo que no volver a hacerlo, me da el preocuparme demasiado por ello. No quiero convertirme en una de esas personas que necesitan sentirse realizadas a través de su trabajo, porque hay muchas otras vías mucho más satisfactorias y divertidas.

13. A que Morrissey se entere de lo de Excálibur y suspenda el concierto de esta noche.


Pd: Si alguien que tenga más de treinta años siente la tentación de quejarse de mi entrada aduciendo su mayor edad, le ruego se abstenga. Está claro que todo es una cuestión de perspectiva y en su momento seguro que los treinta también le parecieron mucho, igual que los cincuenta le pueden parecer una edad envidiable a alguien que hoy tenga setenta. A mí me duele lo mío como a ti te duele tuyo.

2 comentarios:

  1. Me pasa lo mismo cada jodido cumpleaños desde que llegué a los 18. Estoy a pocos días de cumplir los 25, número especial. No me hace nada de gracia.

    PD. Feliz cumpleaños. Un abrazo para ti y otro para tu gata, desde Perú.

    ResponderEliminar
  2. He de comunicarte una buena noticia: no vas a quedarte calvo. Lo sé porque muchos años elaborando una suerte de encuesta sociodemográfica que, al menos hasta ahora, ha demostrado de forma inequívoca que ningún tío se queda calvo después de los 30. Es decir, que si no te has quedado calvo aún, ya no va a ocurrir. No me conoces de nada, pero has de creerme. Feliz cumpleaños :)

    ResponderEliminar