jueves, 30 de mayo de 2013

El irreparable daño causado por las comedias indies.


Desconozco su origen, pero una plaga incontrolable recorre el planeta. Dudo de si hemos de remontarnos a las comedias de Ed Burns en los 90 o a la deriva absurda de Sundance. Me planteo si la culpa de todo la tiene la influencia de Wes Anderson o el éxito comercial casi consecutivo de Entre copas, Pequeña Miss Sunshine y Juno. Blasfemo, incluso, y echo en cara a Woody Allen el haber hecho creer a una generación entera de cineastas que podrían quedarse con la guapa solo gracias a su ingenio a la vez que demonizo a Charlotte de Sexo en Nueva York por haber podido engañar a algún joven varón con la falacia de que la manera efectiva de conquistar a una mujer es la sensibilidad y no el orgasmo. Y mientras pierdo el tiempo buscando chivos expiatorios, y mientras la sociedad se distrae con problemas secundarios como el ciberacoso o las adolescentes que caen en coma etílico por empapar sus tampones en vodka, observo como el cine indie mediocre se extiende, atontando con total impunidad las cabezas de nuestros jóvenes más sensibles e impresionables.
Como digo, desconozco el origen primero de la plaga, pero sí que me aventuro a señalar el momento en que se disparó. Aunque alguno de los ejemplos que pondré son anteriores, para mí no cabe duda de que el éxito en los Oscars de Pequeña Miss Sunshine (2007) supuso el pistoletazo de salida para que infinidad de estudios vieran una vía rápida hacia el éxito en la glorificación barata del inadaptado. Desde ese momento, las pantallas se llenaron de películas que buscaban ser el nuevo éxito independiente del año con una fórmula que reincidía una y otra vez en protagonistas de disfuncionalidad hiperforzada, historias de amor inverosímiles sustentadas en la nada y supuestos viajes iniciáticos hacia la vida adulta. Todo ello condimentado con bien de romanticismo de baratillo y existencialismo de sala de urgencias.

Puede que la nostalgia nuble mi vista, pero al recordar las películas independientes* que de adolescente vi en los 90 (hablo de directores como Jarmusch, DiCillo, Solondz, Spike Lee o Wes Anderson), recuerdo que sus personajes, por un lado, eran auténticos outsiders, gente realmente fuera de lo común, y que a la vez no dejaban de ser personas reales que se enfrentaban a problemas reales con soluciones reales, aunque tuvieran una visión del mundo poco convencional. No había necesidad de inventarse a un abuelo adicto a la heroína para epatar a nadie, ni de buscar en el trastorno bipolar la base de todo tu sistema de escritura.

*Y aclaro que si menciono a estos directores, aunque sea de pasada, es por remontarme a ejemplos claros del primer éxito comercial del cine independiente para potenciar el contraste, y, de paso, tener la excusa de explicar que soy consciente de que el adjetivo 'indie' aplicado a las otras películas de las que voy hablar poco tiene que ver con el cine underground y realmente independiente de estos otros autores, sino que es más una etiqueta comercial destinada a encontrar con facilidad a su público objetivo.

Recuerdo también que, hasta en los sucedáneos más comerciales surgidos a partir del relativo éxito del cine independiente (me refiero a películas como Beatiful Girls - la voz en off del trailer es una pasada -  o las de Ed Burns) predominaba una temática adulta. Sí que era muy frecuente encontrarse con una crisis de madurez (fuese la de los treinta, fuese la de los cuarenta) como motor de la trama, pero no había este predominio casi absoluto de la angustia juvenil. Y, si bien habríamos de plantearnos qué dice de nosotros y de nuestra época la omnipresencia del existencialismo adolescente en la comedia contemporánea (sobre todo cuando se usa como vía hacia la identificación del público treintañero, y no de los propios adolescentes), el problema no es esta temática en sí, sino que la aproximación a ella es tan poco madura como los personajes representados.

Y recuerdo también, y esto tiene que ver tanto con la visión pueril como con la poca verosimilitud de las historias amorosas, que en aquellas películas de los 90 sí que existía pulsión sexual. Una vez leí unas declaraciones de Tarantino en las que decía algo así como que lo peor que le puede pasar a un director es olvidarse de su polla. Y, más allá de la boutade y lo chosco de la frase, creo que no es difícil entender lo que dice y aplicarlo a la forma en que el sexo es tratado en esta plaga de las comedias indies (y ya sé que curiosamente el sexo sería lo último a lo que se refería Tarantino al pronunciar la frase). El caso es que creo que no hace falta ser un gran narrador para darse cuenta de lo soso que puede quedar un relato de paso a la madurez o de crisis en ella cuando se elimina el sexo de la ecuación. Como si no fuese una fuente fundamental de los problemas en vida.

Comentaré por último, antes de concluir con estas reflexiones generales que espero no me estén quedando demasiado espesas (éste es un blog de voluntad frívola) y pasar a la lista de ejemplos más flagrantes de este tipo de cine que he encontrado, lo mucho que me ha sorprendido la falta de acuerdo entre mis amigos cuando he preguntado en facebook y twitter qué películas nombrarían ellos. Y es que la comedia indie, como Mou, saca lo peor de nosotros y polariza la sociedad. Hasta el punto de que un fan de Rusos, iracundo al descubrir que no compartíamos gustos cinematográficos, lo que para él parecía ser un más que justificado casus belli, nos soltó lo siguiente en nuestro muro:
"Para los amantes del cine. Me parece insultante, que un grupo como vosotros hagáis un blog criticando películas indie ( cine independiente). Me ha cambiado el concepto de grupo sobre vosotros. Cuando os escuche por la radio. Pondré el disco de cualquier otro cantante mediocre, que merezca más mi atención." (sic a todo)
Y acto seguido se borró como fan.
En fin, que no hace falta llegar a tanto.
A continuación os señalo unas cuantas películas que a mi juicio caen en los defectos arriba citados, y, para no extenderme demasiado, ya en los comentarios menciono algunas de las respuestas que obtuve en Facebook y twitter con las que yo no estoy de acuerdo, y explico por qué. Si queréis comentar cualquier otra, lo podemos hacer ahí también:
 
Reconozco que la tirria que le tengo a esta película no tiene tanto que ver con su calidad, no tan ínfima, como con la desproporcionada acogida que se le dio. Y es que durante el año siguiente a su estreno, estaba mejor visto negar el holocausto que ponerle alguna pega a la peliculita.
¿Que está bien rodada, interpretada y los diálogos funcionan? Pues sí. Pero, punto 1, no me parece nada divertida; y, punto 2, para mí es la piedra roseta de esa glorificación superficial del inadaptado y lo disfuncional que hoy nos invade. El abuelo heroinómano, el adolescente nietzscheano en voto de silencio, la niña gorda que quiere ser miss… De esos polvos, estos lodos.
Garden State (2004):
 
Tras año de ver esta película en las listas de mejores comedias indies, pero no ser capaz de recordar su nombre, por fin un día me acordé de bajarla y me dispuse a verla esperanzado. Por suerte, la misma amnesia que borraba su título una y otra vez de mi mente parece atacarme al intentar recordar su trama.
Cuando la busco en internet descubro que, cómo no, va de un joven que, después de no haber tenido tanto éxito en la vida como esperaba, regresa a su pueblo natal para el funeral de su madre consiguiendo, al reencontrarse con su pasado, encontrarse a sí mismo. Creo recordar también que la chica de la que se enamora, Natalie Portman, tiene algún tipo de enfermedad, no sé si mental o terminal o de qué tipo, lo que a su vez me ha recordado al momento en que Román, de Granjero busca esposa, manda a su casa a una pretendienta cuando le confiesa que tiene epilepsia. “Muerto el perro se acabó la rabia”, dijo el sabio vallisoletano.
A su vez, creo recordar que, vaya usted a saber por qué, el personaje de Natalie tenía un hermano negro. Pero negro, negro, eh. Lo que daría por haber visto esta película en una sala con Spike Lee y presenciar su reacción ante el uso de la negritud como exotismo.
El director, guionista y actor principal de Garden State, Zach Braff (quizás le recordéis de la serie Scrubs) parece creer que es encantador, divertido y hasta atractivo. Y no. Ése es Jason Scwartzman. Él simplemente tiene la cara rara.
Pero sobre todo le culpo por haber dirigido a Natalie Portman suficientemente mal como para que no me sintiese atraído por ella. Algo que nunca pensé que pudiera suceder.
 
City Island (2009):
 
Os podéis imaginar las dimensiones del desastre cuando lo más reseñable de una película es la interpretación de Andy García.
Atención, eh.
Andy García.
Sí.
Pensadlo.
Sí.
La película trata, one more time, el tema de la disfuncionalidad familiar. Por un lado tenemos un padre que es funcionario de prisiones y que lleva en secreto su pasión por la actuación, y que descubre a su hijastro perdido y desconocido de veintitantos años preso en una de sus celdas. Como en casa está teniendo bastantes problemas con su mujer, pues decide llevarse al bastardo a vivir con ellos para que le den la condicional. Él no le veía lagunas al plan, se conoce. Y por otro lado, tenemos una hija que vuelve a casa con el secreto de que trabaja de stripper para pagarse la universidad, y un adolescente desastre obsesionado sexualmente con las obesas mórbidas (única trama que me interesaba y único mérito, el de escapar de la mojigatería sexual reinante en este tipo de cine, que le reconozco a la película).
Su director y guionista, Raymond De Felitta (que, por cierto, tiene un físico y un pelazo italoamericano que le habría garantizado unas cuantas temporadas en Los Soprano), tiene el dudoso mérito de haber conseguido que no sea capaz de finalizar una película en la que sale Emily Mortimer, maravillosa feiguapa a la que no me importaría pasar observando el resto de mis días.
Todos los actores están increíblemente sobreactuados, sobre todo Ezra Miller, el niño obsesionado con las gordas, que está insoportable. Da la sensación de que el director les ha dejado improvisar sin parar, sobre todo en las escenas corales. Si fue así, espero que haya aprendido la lección: la inmensa mayoría de actores no saben improvisar comedia; NO SON DIVERTIDOS. Si no fue así, si no hubo improvisación alguna, espero que simplemente aprenda a escribir.
 
Otra historia de ritual de madurez. Un novato de la secundaria americana es acogido por dos hermanastros, chico y chica, seniors inadaptados, y le tutelan en su paso a la vida adulta. Le dan bienvenida al mundo real, según la promo de la propia peli. Sí, ya.
Los hermanastros están interpretados por Emma Watson, que está tan guapa y parece tan joven que casi me entrego a la policía como posible depredador sexual, y Ezra Miller, el mismo de la película de arriba, que en esta ocasión, aunque un poco pasado de punto, está bastante bien como marica adolescente. Tanto que, como espectador, fantaseas con presenciar la primera vez que muerda almohada al ser desvirgado por su novio, el capitán del equipo fútbol, lo que, SPOILER ALERT, no sucede, no.
La película, como retrato de los dramas adolescentes, no es que esté tan mal, aunque sí que cae en numerosos clichés y trucos demagógicos. ¿Por qué entonces no merece ser salvada, si en ella sale Paul Rudd, que además de ser un hombre maravilloso es primo hermano de una exnovia mía (de hecho se parecen mucho; tienen la misma nariz)? Fundamentalmente, por su protagonista. Primero, por el actor que lo interpreta, Logan Lerman, que tiene menos carisma que Liberto Rabal. Segundo, por toda la carga dramática que le meten al personaje, que a continuación detallo.
Resulta que (a ver si no me dejo nada) el chico tiene una enfermedad mental, una especie de esquizofrenia, derivada de la culpa que siente por la muerte de su tía favorita, que a su vez abusaba de él, y que falleció en un accidente de coche cuando fue a buscar helado, o no sé qué coño quería el niño. Resulta que esta misma enfermedad mental hace que, cuando se aturulla, sea porque hay varios chicos golpeando a su amigo el marica, sea porque no le sale una división con decimales, tenga lagunas de memoria y conducta en las que se lía a hostias con todo Cristo. Y estas mismas lagunas parecen proporcionarle una fuerza sobrehumana con la que consigue reventar a varios chavales del equipo de fútbol cuatro años mayores que él cuando están burlándose del bueno de Ezra. O eso, o que el guión también tiene lagunas.
Como decía la promo, el mundo real.
Amor y letras (2013):
 
Y he dejado para el final la joya de la corona, esta película dirigida por Josh Radnor, el Ted de Como conocí a vuestra madre.
Hace poco escuché a un periodista que lo peor que se puede decir de Rajoy es que ha hecho bueno a Zapatero. Bien, pues lo peor que se puede decir de Josh Radnor es que ha hecho bueno a Ed Burns.
También recuerdo la leyenda urbana que decía que a Mark Hamill se le fue la olla después de rodar La guerra de las galaxias y que andaba por ahí creyéndose que era un Jedi. Me temo que al pobre Josh le ha pasado lo mismo con Ted y que de tanto repetir soliloquios romanticones, el sentimentalismo asexuado ha hecho mella en su mollera. Y lo peor no es que nadie le haya dicho que precisamente ese es el elemento que los fans de Como conocí a vuestra madre más detestan, sino que encima él le ha sumado ciertas pretensiones vacuoexistenciales de andar por casa que terminan por redondear el dislate.
Cuando en 2011 se estrenó en España Happythankyoumoreplease, ante las magníficas reseñas que leía (periodistas cinematográficos del mundo: dejad de preguntarle al pobre Josh si se ve como un heredero de Woody Allen para luego juntaros todos y descojonaros de él) quise ir a verla. Por suerte, Sabina, mi novia y amante por aquella época, se me adelantó arrastrada por una amiga, y, horrorizada, me disuadió de mis intenciones.
Hace un par de meses, a Laura le tocaron unas entradas para el cine en una promoción, y, como el resto de películas en cartelera, o bien las habíamos visto, o bien nos interesaban aún menos, me propuso ver Amor y letras. Yo tenía mis reservas, pero había leído alguna crítica que decía que sí, que ésta sí que era buena, y unas cuantas entrevistas en las que insistían en las comparaciones con Woody Allen (insisto: no le hagáis esto al pobre Josh; está feo reírse de la gente con problemas), así que accedí.
EL HORROR.
 
Nunca he sentido tanta vergüenza ajena en una sala. Al finalizar la película, ni Laura ni yo mediamos palabra. Salimos del cine y nos fuimos cada uno por nuestro lado. Ella, directa a casa, se metió en la ducha con la ropa aún puesta, encendió el grifo y pasó las tres horas siguientes al trauma sentada junto al sumidero. Yo me puse a correr por el Templo de Debod, tal era el grado de enajenación en que me encontraba, y cuando terminé comí dos docenas de churros con chocolate.
 
Tardamos cinco días en volver a hablarnos y casi dos semanas en poder estar el uno junto al otro sin sentir escalofríos.
 
Gentes del mundo, seáis hombres o mujeres, creedme, si alguna vez os sorprendéis disfrutando una película de Josh Radnor, es que definitivamente estáis faltos de un buen polvo.

1 comentario:

  1. Happythankyoumoreplease.....INSUFRIBLE!
    Gracias a ella no pienso ver Amor y Letras
    No estoy de acuerdo con mucho de lo que dices, algunas de las peli que mencionas me encantan y sobre todo sus bandas sonoras....pero para gusto, los colores.
    Solo quería mencionar la peli The Weekend....horrible, lenta y un pan sin sal donde las haya....sólo se libra el final...pero por el temazo de John Grant!

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