lunes, 13 de mayo de 2013

Guilty pleasures del amor platónico.


Tori Spelling, patrona de las feiguapas del mundo.
 
La semana pasada os hablaba en una entrada de mi gusto por la bajista de Jens Lekman, una feiguapa maravillosa. Para los no familiarizados con el término, diré que feiguapa es aquella mujer que, sin entrar dentro de los cánones de belleza convencionales, sin que sus rasgos sean precisamente armónicos, que teniendo una dentadura espantosa, un ojo tuno, la nariz enorme u orejas gigantescas, que, siendo en definitiva objetivamente fea, tú encuentras increíblemente bella.
El término es controvertido en sí mismo. Por un lado, porque hay quien se refiere a estas mismas mujeres con el nombre de sus archienemigas, las guapifeas. Para mí, las guapifeas son el polo opuesto: mujeres que presentan rasgos tradicionalmente asociados con la belleza (pelo rubio, ojos claros, sonrisas perfectas, labios carnosos...) y que, sin embargo, no resultan guapas. O que, si acaso, acaban teniendo una belleza anodina. Dentro de este grupo podemos incluir a casi cualquier pareja de todo deportista de éxito, a actrices porno teñidas de rubio, a Carme Chaparro, a las Amaias (Salamanca y Montero) y a Anne Hathaway.
A veces el todo es menor a la suma de las partes.
 
Desconozco también si las chicas y los gays tienen un término equivalente para los hombres, si ellos llegan a hablar de feiguapos. Puede que esa palabra existiera en su día, en lenguas ya muertas, pero que haya desaparecido atrofiada por falta de uso, como en el futuro lo hará el dedo meñique del pie de la especie humana.  Esto significaría que todos los gays y mujeres de generaciones pasadas habrían estado de acuerdo con una amiga mía que sostiene que, por norma general, los hombres somos muchos más feos que las mujeres (sobre todo los españoles, dice la hijaputa) y habrían optado entonces por limitarse a ese vacío legal a la hora de la búsqueda de la belleza que es el atractivo.
Traducido para la heterosexualidad masculina, cuando una mujer dice ‘atractivo’ no quiere decir otra cosa que “mira, sé que guapo no es, pero me lo tiraría”. Y tampoco es a eso a lo que nos referimos con feiguapa.
Jessica Paré, por ejemplo, es atractiva. Supongo que si no fuera por su desbocada dentadura sería considerada guapa sin más, pero eso rasgo fuera del canon tradicional de belleza (que, por cierto, personalmente es lo que hace que me guste muchísimo) no hace que se la pueda considerar fea ni por asomo. Sí que podría entrar dentro de cualquier lista de feiguapas su compañera en Mad Men Elisabeth Moss, Peggy en la serie, que al principio no me gustaba nada, pero que esta temporada está bellísima.
Una mujer que sin embargo no sabría si calificar como feiguapa o atractiva es Claire Danes. A mí me vuelve loco, hasta el punto de que al ver Homeland la prefiero a Morena Baccarin un millón de veces, pero pensaba que era una cosa subjetiva. Sin embargo, parece que hay cierta unanimidad acerca de la belleza de Claire, a pesar de su narizota y sus rasgos masculinos.
La misma dicotomía entre atractivo o feiguapez la encuentro en Luján Argüelles, aunque aquí se me suele apoyar menos. No creo que a una chica con una sonrisa tan perfecta y unos ojos tan espectaculares se le pueda considerar fea, pero parece que no gusta demasiado entre mis congéneres. Eso sí, yo por mi parte, mientras anoche veía Un príncipe para Corina solo pensaba “Dios, mataría por una cita con Luján”.

Amo tanto a Luján, que en sus pies de foto no hago chistes.

Evidentemente, quedan excluidas de esta lista aquellas chicas que te gustan porque, aun siendo muy feas, tienen un cuerpazo de aúpa. Un amigo se ha referido a ellas como “gambas”, expresión que yo he escuchado sobre todo a chicas y a mis amigos maricas y que nunca he terminado de encontrar apropiada, porque las cabezas de las gambas en verdad gustan mucho. En cualquier caso, no, Yola Berrocal no cuenta como feiguapa.
Tampoco me vale como parte de la definición de feiguapa aquellas mujeres por las que te sientas atraído porque te hagan reír. Todos sabemos que, al igual que les pasaa las mujeres, lo que más valoramos los hombres a la hora de elegir compañía femenina es que nos hagan reír (fuera de broma, en mi caso esto es totalmente cierto). Pero no por eso podemos incluir en nuestra lista a, por ejemplo, Paz Padilla. Por mucha gracia que te hagan los chistes gaditanos, aquí hablamos de atracción física, de deseo estético.

Eso sí, si la feiguapa de tus ojos en cuestión, además es graciosa, sin duda suma puntos. Así me pasa a mí con Tina Fey, con la que me rio mucho, pero a la que también arrancaría la ropa a bocados, y no solo para comer burritos desnudos en la cama (cosa que, si con suerte se parece en algo a su personaje Liz Lemon, también haría encantada). O con Alyson Hannigan, Lily en Como conocí a vuestra madre, a la que, sin importar lo raro que le crece el pelo en la frente, llevo deseando desde su primera aparición en American Pie. O también me pasa, y sé que aquí tampoco generaré mucho consenso, con Eva Hache, que tampoco me parece muy graciosa, pero siempre me puso mucho con sus ojos de teleñeco (¿le darán vueltas al follar?).

Tina, por muy nerd que sea, también se sabe trucos para enseñar canalillo.
 
Otro elemento que parece estar muy presente en la coyuntura de la feiguapez es lo cool que pueda ser la chica en cuestión. Lo digo porque, cuando he empezado a escribir sobre ello esta tarde, he preguntado a mis amigos en facebook acerca de sus celebrities feiguapas y la mayoría ha coincidido en nombrar a actrices o músicas inopinablemente guays: Christina Ricci, Chloe Sevigny, Charlotte Gainsbourg o PJ Harvey (a la que más que fea o guapa, por lo general, suelo ver falta de una buena ducha). Fijaos también que las cuatro son mujeres que han sacado un gran partido a su sexualidad a lo largo de su carrera. A veces con mejor resultado artístico, a veces con peor (aunque yo me quedo con el segundo caso).
Dentro de esta lista de la feiguapez por la vía de lo cool yo incluiría, aunque sea un cliché bastante pasado de moda, a Sarah Jessica Parker, a la que seguiría poniendo contra la pared cada vez que la veo en Sexo en Nueva York (y cuanto más mamarracha vaya vestida, mejor).
A la Jenni también le pone palot su mamarrachez.
 
¿Pero por qué nos gustan tanto las feiguapas a algunos hombres? Puede que haya un cierto componente de inseguridad en el tema. Yo tenía un amigo que, cuando cortó con una chica guapísima con la que salía, me dijo sentirse muy aliviado. “Un Ferrari requiere mucho mantenimiento”, decía, refiriéndose no solo al tiempo aparentemente excesivo que la chica invertía en su cuidado físico, sino también al que tenía que invertir él como respuesta, y a lo incómodo que se sentía cuando otros tíos no paraban de entrarla en su presencia, diciendo sin disimular, “¿pero tú qué haces con éste?”

¿Puede haber también una cierta voluntad de diferenciarse del resto? Pues puede ser, porque que Bar Rafaeli es guapísima lo sabemos todos, mientras que con Thais Villas igual no hay tanto acuerdo, pero a mí me parece la mujer más guapa de la televisión española.

Lo que sí que tengo claro es que tanto la perfección como la belleza objetiva son un rollo, y que con el físico sucede a veces lo mismo que con la personalidad, que acabamos sintiéndonos más atraídos por los defectos que por las supuestas virtudes. Al menos a mí me sucede eso, y al igual que una chica que me dijo que lo que más le gustaba y recordaba de mí era mi diente roto, el ojo que se me cierra cuando estoy cansado y una enorme estría de exgordo que tengo en el hombro y que a veces consigo hacer pasar por una cicatriz, si pienso en qué es lo que más me gustaba físicamente de las chicas a las que he amado, pienso en una cicatriz en la frente, en una sonrisa rarísima o en una nariz en la que bien podría aterrizar una avioneta.

¿Y de mí no va a decir nada? De BLOSSOM!!!!!

4 comentarios:

  1. Me ha encantado la entrada, yo personalmente me enamoro de esos defectos y manías que servirían para dejarle a alguien un mote de por vida pero yo les cojo mucho cariño

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  2. Es muy chuli Manolo. Pero esa cicatriz te la hiciste en el Vietnam y lo sabes.

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  3. El amor de mi vida tenía los dientes separados y algo torcidos, pero cuando ella sonreía aparecía ante mí la verdadera imagen de la felicidad.

    p.d: las gambas tienen el sistema excretor en la cabeza (no chupar).

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    1. Álex, no seas pejiguero, que tampoco pasa nada por acercar la boca al sistema excretor de vez en cuando. Hay que dejarse llevar... ;-)

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