domingo, 24 de marzo de 2013

Las palabras justas.

Dani no supo que amaba a Ana hasta que el autotexto del servicio de mensajería instantánea de su móvil se lo sugirió. Se dispuso a teclear “te aviso luego” como parte de una conversación en la que estaba quedando en verse con su amiga a la salida del trabajo, y cuando pulsó la letra “a”, las tres opciones que siempre le daba el aparato coincidieron en “amo”, formando, por tanto,  “te amo”, fuese cual fuese su elección.

Divertido por el error tecnológico, y sin poder pulsar la “v”, como era su intención inicial, por un extraño bloqueo de la pantalla táctil, sí que pudo borrar la “a”, quedándose la pantalla solo con un “te”, en principio, lleno de posibilidades. Sin embargo, las tres opciones propuestas por el autotexto volvieron a coincidir, si no en forma, sí en fondo: “amo”, “quiero” y “deseo”; formando, respectivamente, “te amo”, “te quiero” y, el más pasional, pero no tan alejado de los otros dos como se pueda creer, “te deseo”. Dani borró entonces en este orden la “e” y la “t”, y aunque las posibilidades sugeridas por el autotexto no cambiaron demasiado, sí que se volvieron significativamente más concretas: “Ana, te amo”, “Ana, te quiero” o “Ana, te deseo”. Ésas eran sus opciones si quería comunicarse con Ana.

Cristalizó entonces en su cabeza la idea de que, efectivamente, estaba enamorado de Ana. Se dio cuenta de que su sonrisa, irregular y con un colmillo fuera de sitio, no era la sonrisa más bonita que había visto, pero sí su sonrisa favorita. De que ese extraño gesto que se dibujaba en el lado izquierdo de la cara de Ana al reírse, una especie de guiño en el que el pómulo sube, el párpado inferior permanece inmóvil, y el párpado superior baja y sube casi imperceptiblemente como en un espasmo, era lo primero en que pensaba al despertarse por las mañanas. Se dio cuenta de que su cuerpo, tan delgado y desgarbado, le atraía mucho más que el de las voluptuosas chicas con las que él solía acostarse. De que era más feliz estando con ella de lo que había sido y nunca sería con todas esas chicas. De que no solo quería y amaba a su amiga, sino que realmente la deseaba. Y así se lo hizo saber enviando los siguientes mensajes:
DANI: Ana, te amo.
DANI: Te quiero.
DANI: Te deseo.
ANA: Jajajaja.
ANA: Qué dices?
El autotexto no ofrecía ya más que una palabra a cada vez, y Dani las iba presionando una tras otra, sin saber qué frase formarían ni adivinar la siguiente, por evidente que ésta pudiera ser. Conforme aparecían en la pantalla, dispuestas en su particular combinación, esas palabras iban convenciendo al joven de la sinceridad de su amor por Ana. Para ella debieron resultar igualmente convincentes, de manera que a la salida del trabajo se dirigió directamente a casa de su amigo. Esa noche durmieron juntos por primera vez.


Durante sus primeros días como pareja, Ana no dio importancia a lo diferente que era su relación con Dani a nivel comunicativo cuando estaban juntos y cuando hablaban por mensaje telefónico. La desbordante pasión amorosa que a lo largo del día aparecía sin freno en la pantalla de su blackberry desaparecía cuando se encontraban por las noches, casi siempre en casa de él, donde, si dejásemos de lado el aspecto físico de la relación y juzgásemos solo sus conversaciones, bien parecía que siguiesen siendo solo amigos. Y aunque Ana quiso justificar esta asimetría amparándose en la extrema timidez de su nuevo novio, según pasaron las semanas no pudo evitar sentir cierta inquietud.
Dani era consciente de la preocupación de Ana, y aunque sentía y pensaba todo aquello que le decía a través de los mensajes móvil, cuando estaban juntos se quedaba sin palabras. Ni “te quiero”, ni “estás guapa”, ni “me gusta tu peinado”.  Nada. Cero. Sin la chuleta del autotexto,  se encontraba perdido en el apartado amoroso de la comunicación verbal.
Se le ocurrió entonces un plan. Se compró un segundo móvil, y cada vez que, estando juntos, Ana se ponía especialmente romántica y él no sabía qué responder, se disculpaba e iba al servicio, a por otro vaso de vino o a bajar la basura. Transcribía entonces en el nuevo aparato aquello que Ana le había dicho y se lo reenviaba al suyo, consiguiendo así la respuesta del autotexto. No es que a Ana le hiciese mucha gracia que Dani desapareciese siempre en momentos tan poco oportunos, pero las respuestas de éste siempre la hacían encontrarse entre sus brazos para el momento en que recordaba su enfado.
Fue una buena semana aquella en la que el Plan Doble Telefonía se mantuvo exitoso. Hasta que Ana descubrió los mensajes telefónicos que Dani enviaba a una tal Ana2, enfadándose no tanto por el engaño en sí, como por el hecho de que utilizase exactamente la misma retórica amorosa con ella y con la otra Ana.
Durante dos meses, Ana evitó leer ninguno de los mensajes de Dani, y también se negó a responder a sus llamadas telefónicas. Sí que acepto abrirle la puerta en dos de las muchas ocasiones en que él se presentó en su casa, pero cuando lo hizo, Dani no supo qué decir.



Poco importa el proceso a través del cual se consiguió, pero tanto las explicaciones como el perdón llegaron. Lo que no evitó que, durante algún tiempo, Ana siguiese guardándole un cierto rencor a Dani. Sucede que la empatía es a veces una quimera, y que no podemos ponernos en el lugar del otro hasta que accidentalmente nos encontramos allí. Y a veces, ni eso.

Dani tardó los cinco primeros años de vida de su hija Carlota en darse cuenta de que Ana se encontraba perdida en un lugar en el que él ya había estado. El día de la celebración, la niña no entendió, pero Ana sí, por qué tras las obligadas muñecas, juegos de consola y el pijama de parte la abuela, su padre le entregaba un último regalo como si fuera la coronación de todos los anteriores, y al abrirlo no había más que un móvil bastante obsoleto. “Es para que lo compartas con mamá, para que te diga cosas bonitas, que ya sabes que le cuesta. Las palabras están dentro de ella. Solo hay que ayudarle a buscarlas.”

3 comentarios:

  1. Maravilloso placer de domingo el leer tu entrada

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  2. Cuesta mucho expresar los sentimientos, nunca está de mal una ayudita, pero siempre que sea sincero lo expresado. Un saludo ^^

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